Punta del Este está encendida (y cara, como siempre).
(IB) Llegar a Uruguay es -para mí- tan agradable como volver a Córdoba. Y desembarcar en Punta del Este en esta época del año es perfecto: todo listo y abierto esperando la llegada del aluvión argentino y brasileño para Año Nuevo y los primeros días de enero, pero todavía con un tránsito escaso y playas descongestionadas. Salimos del puerto y caminamos por la rambla curioseando precios: un chivito (lomito) oscila entre $ 55 y $ 78 de los nuestros, una gaseosa $ 12 y un mojito "cubano" unos $ 50. Al lado de estos precios el Costa Victoria es una ganga, pensamos. Seguimos por la playa para encontrarnos con la "avanzada" de los turistas que ya tomaron posición en la ciudad y aprovechan la amplitud de los espacios para jugar al tejo o la paleta aún frente a los "dedos", la playa céntrica por excelencia.
Entre los turistas, metido dentro de una remera amarillo furioso, el inefable Orestes Lucero, un encuentro ideal para compartir unos mates, ponernos al día de nuestras vidas y charlar un poco sobre el mapa electoral de cara al 2011. Como siempre que se está entre amigos, el tiempo vuela y apuramos el regreso para tomar la última lancha que nos acercará al Costa Victoria. En pocas horas -cuando ustedes lean esto- nos asomaremos a los balcones del crucero y -como en la película de Carlos Gardel- cantaremos "mi Buenos Aires querido".