RICARDO QUESADA
En el horizonte de la industria vitivinícola está llegar a exportar US$ 1000 millones en 2023. Se trata de volver a un número que se había alcanzado ya en 2012 y del que no están tan lejos en la actualidad, explican. Para ello, hay que hacer inversiones para abrir mercados y promocionar el vino argentino en el mundo.
Pero mientras se trabaja en esa dirección, las restricciones cambiarias le ponen un freno al plan. "Para conseguir nuevos destinos de exportación hay que hacer misiones comerciales y hoy está complicado. Por un lado están las restricciones a los viajes en todo el mundo a raíz de la pandemia. Por el otro, tenemos que pagar el impuesto PAIS en cada viaje. Y parece poco razonable que graven con un 30% las inversiones que se hacen para incrementar las exportaciones", dice Ramiro Barrios, director de Bodegas de Argentina y gerente de Clos de los Siete. Además, las bodegas están enfrentando un aumento de costos en los insumos importados, principalmente agroquímicos, corchos y barricas de roble.
Para cubrirse de una eventual devaluación, los proveedores ya están poniendo los precios con una mezcla entre el dólar oficial y el paralelo. En el sector explican que cuando surgen estos problemas siempre se buscan alternativas. Pero son soluciones de corto plazo. Si las trabas a la importación se prolongan, puede haber impacto. "Si una empresa tiene prevista una cantidad determinada de barricas y no las consigue, su producción resultará afectada", señala.
En las últimas semanas se sumó el faltante de botellas, lo que les impide incrementar la producción. "Tenemos costos más altos, pero no podemos trasladarlo a precios. El vino está dentro de los productos con precios máximos. Y a pesar de que le pedimos al Gobierno que saque del listado a los de alta gama, todavía no tuvimos éxito", agrega Barrios.