Por primera vez en sus 130 años, Cervecería y Maltería Quilmes descorchará en el negocio vitivinícola. La empresa, filial argentina del gigante global AB InBev, le compró a la familia Squassini la bodega Dante Robino.
Aunque no difundió los términos financieros, Quilmes informó que la operación incluye el traspaso de todos los productos y viñedos que la adquirida tiene en el distrito de Perdriel (Luján de Cuyo, Mendoza).
Fundada en 1920, Dante Robino tiene una capacidad de producción de 11,5 millones de litros anuales y 74 empleados. Su portfolio ofrece 14 marcas y 37 variedades de vinos y espumantes de media y alta gama, como las líneas Dante, Capriccio, Novecento y Atelier. Actualmente, exporta el 30% de su producción a 40 destinos.
La transferencia fue del 100% del paquete accionario de la bodega. Ignacio Squassini reemplazará a su padre, Alejandro, en la presidencia. Quilmes, por su parte, designó a un gerente general, Nicolás Bruno, quien proviene del área de Estrategia de la cervecera.
“Mantendremos la autonomía de la bodega. El mercado del vino es bien complejo. Un primer tema era encontrar gente que tuviera una visión similar a la nuestra”, refiere Martín Ticinese, presidente de Cervecería y Maltería Quilmes, sobre la adquisición.
El ejecutivo compara el take-over con el salto que, en 1999, cuando todavía pertenecía al clan Bemberg, la empresa había dado al negocio de bebidas sin alcohol con la compra de Baesa, la mayor embotelladora del sistema Pepsi en el país.
Es, también, la primera gran apuesta directa de AB InBev por este negocio. El mayor productor mundial de cervezas ya lo había hecho pero a través de su incubadora, ZX Ventures, que, en junio pasado, concretó la compra del 100% de Babe Wine, productora californiana de vinos en lata fundada en 2016 y en la que AB InBev ya había invertido en 2008.
Ticinese explica que, con el mercado cervecero maduro, en la Argentina, todavía existen oportunidades en otras categorías del negocio de bebidas. “Más de la mitad del volumen de las cervezas y de los vinos se consumen durante las comidas. Y tres de cada 10 comidas se hacen con alguna de las dos bebidas”, indica. Quilmes ya había hecho dos pruebas piloto: las marcas Blasfemia, de vino en lata, y Root (calibre de 375 mililitros), que se comercializan en 600 comercios de la ciudad de Buenos Aires.
"Nos sirvió para aprender la dinámica de la categoría", cuenta el CEO.
En paralelo, avanzó con el proyecto de adquirir directamente una bodega, un proceso que insumió algo más de medio año entre su la idea, la búsqueda y el closing de la transacción, tras cuatro meses de charlas y negociación.
“Espero que, con el vino, pase lo mismo que con la cervecería artesanal, que obligó a las grandes marcas a reinventarse”, expresa Ticinese.
Quilmes tiene más del 70% de participación de mercado cervecero en el país. Otro 20% es del grupo chileno CCU, dueño de Schneider, Imperial y Heineken, y con el que, hace un par de años, cerró un canje de activos valuado en u$s 400 millones gracias al cual recuperó el manejo local de Budweiser, marca emblema de su portfolio global.
CCU ya tenía una mínima presencia en el negocio vitivinícola doméstico, con las bodegas Finca La Celia y Tamarí. Hace un año, le compró a Pernod Ricard Argentina las marcas Graffigna, Colón y Santa Silvia. No fue el único desembarco reciente que hubo en la actividad. A fines de 2018, el fondo L Catterton inyectó capital en Luigi Bosca.
Gracias al deal con Quilmes, Dante Robino tendrá acceso a la musculatura comercial de la cervecera, sobre todo, en términos de marketing y de distribución. “Hoy, no se encuentran sus productos en todos lados. Hay una oportunidad en la distribución”, reconoce Ticinese. La bodega –hasta ahora, una empresa familiar nacional- también contará con la espalda financiera de su nuevo accionista.
“Si bien es una bodega chica, tiene potencial. Exporta más del 30% de su producción”, subraya el CEO de Quilmes sobre su nueva adquisición, tercera en el ranking de ventas de espumantes al exterior (primero a los Estados Unidos, segundo a Brasil y tercero al resto del mundo).
Considera que ese share de despachos al exterior es un buen mix. “El desafío es que crezca toda la torta”, enfatiza.
Asegura que la capacidad actual de la bodega alcanza para lograr los objetivos previstos en una primera etapa. “En los primeros dos o tres años, se podrá alcanzar lo que proyectamos. Después, sí habrá que invertir. Podemos casi duplicar el tamaño que la bodega tiene hoy”, asegura.
En noviembre, la empresa había anticipado que definía con su casa matriz el presupuesto de inversiones para los próximos cuatro años. El monto, dijo en ese momento Ticinese, sería similar al del programa ejecutado entre 2016 y 2020: u$s 1700 millones. “En las próximas semanas, anunciaremos el número”, dice ahora el CEO.
“Los últimos dos años no fueron fáciles para el consumo”, dice Ticinese. En 2019, el negocio cervecero, el volumen cayó 7%, a un nivel per cápita de 45 litros. “Hoy, en la región, el promedio está en 60”, contrasta.
“Para el consumo general, tanto de cervezas como de vinos, el mejor escenario de este año es que sea flat. Si se frena la caída, será una muy buena señal”, remarca.