Acusando recibo del malhumor social por la marcha de la economía y que se reflejó en las urnas el pasado domingo, el Gobierno prepara a contrarreloj una batería de medidas que tendrán por objetivo al universo poblacional que se mueve en los márgenes de la informalidad y que, un año atrás, fue receptor del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), lanzado en su momento para contener el derrumbe de ingresos en los hogares más humildes.
Presionado por el mensaje de la jornada electoral, pero también por las mismas tribus que integran el frente político que coronó al tándem Fernández-Fernández, el presidente y su equipo cedieron al disciplinamiento fiscal que en el primer semestre permitió al Estado hacerse de un superávit primario, y preparan anuncios para poner en marcha una política de transferencia de ingresos, que no será inmune en los números macro.
"Ahora necesitamos reactivar el consumo, que está muy golpeado, y llevar la reactivación económica donde todavía no llega, a los sectores informales", reseñaba un funcionario de la Casa Rosada, para razonar los motivos que justifican la reanudación, con otro nombre, de una política que, aunque renieguen, tendrá similitudes con el IFE, pero con un universo menor.
Aunque reniegan de aquella triple transferencia de $ 10.000 que se desperdigó durante seis meses del 2020, el reclamo de una política atraviesa a buena parte de la dirigencia que, estando en el Frente de Todos, mira la película de cara a noviembre desde posiciones. "El IFE fue una política diseñada para la emergencia sanitaria", se oye decir a los fiscalistas, entre los que se cuenta al ministro de Economía, Martín Guzmán, respaldado el lunes por el presidente, y quien tendrá este miércoles la tarea de presentar el Presupuesto 2022 al Congreso.
Sin embargo, la reconversión de una política de transferencia de ingresos a sectores informales, junto con una mejora del Salario Mínimo, Vital y Móvil, indefectiblemente pueden tender a una remarcación de precios que ponga un nuevo aliento a la inflación y, así, más presión sobre el tipo de cambio. Por estas horas, se trata de tomar una decisión que traerá consecuencias por el lado de la gobernabilidad, si se opta por la ortodoxia, o de la estabilidad macro, si se recurre a otras recetas.
DE VUELTA EN CAMPAÑA
Tras un arranque de semana dominado por los diagnósticos, las autocríticas y las acusaciones cruzadas entre la Casa Rosada y el Instituto Patria, con resistencia a soltar a figuras de su equipo más íntimo, el Presidente recorrió Almirante Brown, en la tercera sección electoral de Buenos Aires, donde el predominio peronista no cedió a la debacle general de la Provincia. Allí buscó transmitir un mensaje de calma, y orden, con señales al electorado y los operadores económicos.
Fernández dijo que "la pandemia está pasando" y "es hora de ordenar", de "seguir haciendo lo que veníamos haciendo y estaba bien hecho, de hacer lo que debimos postergar, y de corregir lo que hicimos mal". Contraponiendo su bienio con los cuatro de gestión macrista, le pidió a los que no votaron por su espacio "que piensen que la Argentina merece algo mejor de lo que nos pasó hasta 2019".
El presidente insistió con la idea lanzada a días de las PASO, de "reconvertir los planes sociales en trabajo", y mostrar una alianza entre el sector empresario y el mundo del trabajo, que sin embargo dista del análisis de varios de sus correligionarios, que piden "látigo" para domar a los formadores de precios.
Secundado por el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa; el jefe de gabinete, Santiago Cafiero, y el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, y con la notable ausencia del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, el acto marcó el regreso a la escena de la obra pública.