Los días pasan y el “dead line” se acerca sin que la apelación del ANAC (la Administración Nacional de Aviación Civil) ante la Cámara tenga una respuesta. Así las cosas, desde el miércoles 25 de septiembre ni Flybondi, ni JetSmart podrán aterrizar ni despegar vuelos de El Palomar entre las 22:00 y las 7:00, ante los supuestos inconvenientes que esta operación acarrea a los vecinos de la zona.
La medida (que no alcanza a los vuelos militares que históricamente operan desde y hacia El Palomar) implica un tiro al corazón del negocio de estas dos empresas que basan su estrategia en la máxima utilización de su capital de trabajo: los aviones.
Aunque no quieren hablar del tema explícitamente, tanto Flybondi como JetSmart deberían reprogamar sus vuelos (que hacen “círculos” de destinos) dejando afuera rutas, seguramente las menos demandadas. En ese sentido, peligran frecuencias y hasta las rutas de estas empresas, Corrientes, Jujuy, Santiago del Estero, pero también a Córdoba, Salta, Tucumán y Neuquén.
En el caso de Flybondi, sus vuelos internacionales a Florianópolis quedarían directamente imposibilitados de realizarse, porque los aviones van y vuelven de noche a Brasil para estar operativos a la mañana siguiente en El Palomar.
“El riesgo para nuevas inversiones e incluso para los empleos actuales es altísimo si entra en rigor esta medida cautelar -explica Tomás Insausti, titular del ANAC-; estamos muy preocupados”.
La ANAC apeló la cautelar pero los días pasan, el expediente aún no llega a la Cámara y la entrada en vigencia de esta prohibición de operar de 22:00 a 7:00 horas tendría un daño financiero muy importante para las empresas, además de los inconvenientes propios de cancelar y reprogramar vuelos ya vendidos.
Según entienden en el sector, la resolución de la jueza Forns (enrolada en la agrupación Justicia Legítima) tiene un alto componente arbitrario y político: “Busca voltear la operación de El Palomar y sacar del mercado a las low cost”, dicen en off the record.
Quienes defienden la operación de esta base aérea argumentan que funciona hace décadas con los ruidosos aviones militares, que no hay una real representatividad de los vecinos en el reclamo y que -al contrario- muchos habitantes de la zona se han beneficiado y defienden esta nueva actividad.