Vienen en moto (una cada uno), usan casco y ayer jueves nos saludamos con un “cabeceo” cordial y una sonrisa. En casa no hay adultos mayores ni personas en potencial riesgo agravado de COVID-19. Solo Ivo y yo.
Enrique y Nicolás ya emparcharon unas paredes, lijaron otras y empezaron el trabajo. Unos $ 8.000 sería todo, si no surgen los clásicos “ya que estamos”.
Si escucho lo que dijo anoche el presidente y -¡sobre todo!- lo que dice la gente en las redes, no deberían venir. “Que no vayan. Si se mueren no les va a servir la plata”, me dijo un empresario que respeto al que consulté sobre este caso puntual que uso de disparador de pensamientos y que me sirve para afinar la escucha.
Si interpreto lo que dice el ministro Arroyo (que habla de llevar “changas” a los barrios), quizás debería decirles que vengan, extremar los recaudos de contacto y que terminen su trabajo. La misma línea de argumento -me parece- esconde la mención de Fernández ayer sobre las ferreterías abiertas.
Supongamos que vienen y cobran. El martes, ¿deben seguir tomando trabajos? ¿Le debería ofrecer yo más trabajos para mantener su riesgo y el mío acotados?
Los escucho...
Mañana viernes deberían venir dos pintores a trabajar a casa y que ahora no deberían venir. ¿Qué hago si quieren venir y trabajar (y cobrar, obvio)?
— Iñigo Biain (@InigoBiain) March 19, 2020
La palabra del pintor involucrado, aquí: