“Hasta ahora, el turismo era una industria pensada desde la oferta: desde un lugar se construía una oferta y se atraía gente. Yo creo que vamos a una industria de demanda donde vamos a tener que escuchar y escuchar mucho qué van a demandar los viajeros para volver a moverse”, explica Michel Durrieu, especialista en la materia y Medalla de Oro del Turismo de Francia.
Durrieu y el cordobés Gustavo Santos (exministro de Turismo de Argentina) presentaron ayer el libro El Después: Turismo y Humanidad que escribieron a dos voces durante esta pandemia.
Con más preguntas que respuestas, el ensayo es precisamente eso: ver qué había, que está habiendo y qué podría haber en el futuro de la industria más comprometida por la pandemia. “En muy pocos días hemos sido capaces de cerrar las fronteras del mundo -opina Durrieu-; ahora estamos trabajando en abrirlas sin saber cuántos controles serán necesarios y cuánto estarán dispuestos a tolerar los viajeros”.
Se estima que en el mundo 330 millones de personas trabajan vinculadas a la industria del turismo, un 10% del trabajo global y -además- el sector que genera un 10% del PBI mundial.
“La gente vio como en la pandemia resurgió la naturaleza en muchos lugares del mundo donde se retiró la actividad humana -analiza Santos-; es muy probable que los nuevos viajeros valoren aún más el medio ambiente y la naturaleza. Y en esa sentido, Latinoamérica tiene un excelente posicionamiento y mucho para ofrecer”.
Para el exministro de Macri y extitular de la Agencia Córdoba Turismo, “es indispensable integrar Latinoamérica o Sudamérica en una misma marca turística, así como Europa es una marca en sí misma y lograron el espacio Schengen”, agrega en referencia al área que comprende a 26 países europeos que han abolido los controles fronterizos en las fronteras comunes o internas.
Los desafíos son muchos y suponen -además- un nuevo paradigma: posiblemente los nuevos viajeros prefieran espacios sin mucha gente aglomerada, en una industria donde la economía de escala es clave para bajar precios y democratizar el acceso de más personas a menores precios.
En ese sentido, Santos admite: “No sabemos qué va a quedar en pie, qué se va a recuperar y qué vamos a perder para siempre”.
Entre tantas incógnitas, Durrieu y Santos confían en que la gente volverá a viajar más tarde o más temprano. “Está demostrado que las personas que viajan son más comprensivas de otras culturas, más tolerantes y menos violentas. Viajar nos hace mejores seres humanos”.