En 2015, fue Córdoba (el segundo distrito electoral después de provincia de Buenos Aires y antes que CABA) quien dio la ventaja de votos necesaria para el triunfo de Macri sobre Scioli: fue 71 a 29.
Desde entonces el espacio que ahora postula a Fernández-Fernández poco ha construido y el único que tendía puentes con el kirchnerismo (José Manuel de la Sota) ya no está.
Schiaretti ya decidió que jugará con lista propia de Diputados para las elecciones (y es sensato ese paso), pero ahora deberá definir si va con una lista huérfana (sin candidato a presidente, casi una presencia testimonial) o si acompaña a Lavagna-Urtubey o a Macri-Pichetto.
Su identidad política le permitiría justificar más (quizás) ir a perdedor con Consenso Federal 2030, pero tampoco tendría que dar muchas explicaciones si decide apostar por Macri-Pichetto. En esa jugada podría mantener un buen caudal de votos y en la negociación pedir casi cualquier cosa en obras públicas y financiamiento (¡de la Caja de Jubilaciones! y Epec).
Por cierto, también podría darle una mano enorme a la gestión Llaryora y conseguir que la Nación financie y avale un subterráneo para la Ciudad de Córdoba, como hizo y hace con la Ciudad Autónoma (¿?) de Buenos Aires, a la que también le regaló el Paseo del Bajo, por solo citar algunas obras que pagamos entre todos los argentinos.