Mariela Arriagada (de formación antropológica) y Francisco Pastrone (de la rama del diseño) observaron que el 10% de los discapacitados en nuestro país sufre alguna deficiencia motriz y diseñaron indumentaria para que una acción tan cotidiana y simple (como lo es vestirse) sea más accesible.
“Hay padres que demoran más de 15 minutos en vestir a sus hijos. Algunos, incluso, tienen que hacer mucho esfuerzo, por la postura del niño”, comenta Francisco, indicando que el plus de valor de sus productos radica en el hecho de que son fáciles de colocar porque tienen aberturas no convencionales. Así por ejemplo hacen remeras con cierres a los costados, camisas con un sistema de botones con imanes, zapatillas con cierres a ambos lados de la cordonera y un tipo de zapato náutico que se abre todo por completo.
Además de la funcionalidad tienen en cuenta otros valores que la gente le exige a una prenda: que sea cómoda, que no lastime, que sea placentera al tacto, de buena calidad (y por ende durable) y acorde a la moda (que tenga onda, digamos).
Sin Barreras mejora la calidad de vida de las personas (de quien usa la ropa y de su entorno). “Hay niños que van a ser como bebés toda la vida y los padres se van haciendo grandes; entonces necesitamos facilitarles la vida a esos papás”, dice Francisco.
La ropa adaptada también aumenta la autoestima ya que la persona logra mayor autonomía y puede disponer de una prenda para ir a trabajar, juntarse con amigos, hacer deporte o salir a tomar algo. “Logramos la inclusión a través de la indumentaria y eso está bueno”, sostienen los socios.
La marca se remonta a unos 5 años atrás pero se consolidó como tal en 2019, cuando los emprendedores fueron incubados por FiDE. Los productos apuntaban en un principio a niños de 4 a 16 años, pero luego fueron ampliando el espectro hasta alcanzar a los adolescentes y a los adultos mayores. Actualmente se interesan también por el deporte adaptado, trabajando por ejemplo con la liga cordobesa de básquet adaptado.
Sin Barreras ha ido creciendo y modificándose en el tiempo a partir de las necesidades que sus creadores van detectando. “No es una marca que te impone; vamos validando nuestras prendas con las instituciones; es decir nos juntamos con los papás, los terapistas, los mismos chicos y escuchamos; así van surgiendo necesidades y se van gestionando nuevos productos”, manifiesta Francisco, haciendo hincapié en el dinamismo del proceso. Incluso quienes están al frente de las máquinas de coser tiran ideas.
La fabricación la realizan en un taller propio en Alta Gracia, y cuando los supera el volumen, tercerizan. El calzado lo hace una fábrica en La Calera, con moldería propia de Sin Barreras.
Las remeras, buzos, pantalones, camperas, calzado y mochilas adaptados se comercializan en la web www.sinbarrerastienda.com.ar y también en diferentes instituciones que ceden espacios para que los papás o los mismos usuarios puedan adquirir la mercadería.
La marca tiene clientes en Buenos Aires, Formosa, Catamarca, Jujuy, La Rioja y próximamente en el sur del país. Este año está la posibilidad de exportar a Perú, Chile y Uruguay (en Latinoamérica hay 35 millones de personas con discapacidad motriz), además de seguir desarrollando nuevos productos.
Sin Barreras es una empresa de triple impacto: genera sus ingresos con responsabilidad social, sin descuidar la cuestión sustentable. El año pasado, Arriagada y Pastrone se convirtieron en uno de los cinco finalistas a nivel federal en la Competencia Naves (Fundación del Banco Macro junto con IAE Business School) lo que les permitió participar de una beca llegando a las semifinales.
El emprendimiento también fue declarado de Interés por la Cámara de Diputados de la Nación y de Interés Cultural por el honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Alta Gracia.