“La neuroarquitectura es una ciencia aplicada a la arquitectura y trata de cómo los sentidos del ser humano se ven afectados según el espacio que frecuenta. Dicen que la persona reacciona o tiene estímulos tanto con otros seres vivos como con el entorno en sí”, explica Mara Bandini.
Un punto fundamental de la neuroarquitectura es la personalización de los espacios según el uso y las necesidades de quienes lo habitan. En lugar de diseñar áreas genéricas como cocina, baño o sala de reuniones, la arquitecta propone adaptar los espacios a las actividades y preferencias de cada persona: “En las oficinas no solo es importante entrevistar a los directivos, sino también a los empleados y al personal de mantenimiento para diseñar un espacio funcional para todos”.
“Los contadores, por ejemplo, hacen trabajo de enfoque y van a necesitar un espacio donde la altura sea menor, porque mientras más bajo es el techo, más poder de concentración. Necesitan luz neutra y no cálida, porque brinda precisión al plano de trabajo. Por eso en los hospitales se usa la luz fría, en cambio la cálida adormece. Hay muchos ítems a tener en cuenta a la hora de diseñar”, expresa.
El hogar como templo
Bandini enfatiza que la casa debe ser un lugar que refleje la esencia y los sentimientos de las personas que viven allí. “Cuando diseño interiores siempre pregunto a mis clientes sobre recuerdos felices de su infancia, sus actividades favoritas y los objetos que desean destacar en su hogar”, comparte. Esta conexión emocional con el espacio es vital para crear un lugar donde las personas se sientan cómodas y en paz.
El rol de la neuroarquitectura en empresas
Para las empresas implementar principios de neuroarquitectura no solo mejora el bienestar de los empleados, sino también su productividad. Bandini sugiere algunas estrategias básicas para empresas que deseen adoptar esta práctica: hacer un reconocimiento del espacio actual, realizar entrevistas para conocer las preferencias de los empleados y diseñar el entorno de acuerdo con las actividades y necesidades de cada equipo. Por ejemplo, colocar una pared delante del escritorio causa “encierro” y limita la creatividad, tener una pared detrás de la silla brinda “protección” o “seguridad”, colocar algo verde genera frescura, bienestar y tener un ventanal hacia afuera produce sensación de aire y respirar.
Pero la neuroarquitectura no es simplemente “poner plantas y listo”. “Esto es como cuando te duele la panza por ejemplo. Hay dos caminos: o tomás una buscapina y camuflás el dolor y en realidad la raíz no la conocés porque no sos especialista, o vas al médico. Acá funciona de la misma manera”, indica la arquitecta.
El cuerpo transforma la información del entorno en sensaciones, a su vez esas sensaciones están conectadas con nuestras emociones. Mara compartió algunos ítems útiles para tener en cuenta:
-Es el intercambio con el entorno lo que nos hace vivir y sentirnos vivos.
-La neuroarquitectura es una forma de entender el diseño. Hay que entender el funcionamiento del cuerpo y del organismo para fusionarlo.
-La arquitectura tiene como tarea cuidar la salud emocional de sus habitantes.
-Trabajar los espacios a través del olfato, la sonoridad, las texturas, los colores, el asoleamiento, la ventilación, las formas, entre otros factores, hacen que sean cada vez más humanos.
- Entender al sistema nervioso, ya que da explicaciones sobre por qué los materiales naturales dan mayor confort que los artificiales, los beneficios celulares de la luz del sol, qué sucede cuando estamos inmersos en determinadas gamas de color o cómo la distribución de un espacio puede ayudarnos para saber dónde estamos.
“La neuroarquitectura no es solo una moda, es una inversión en la salud y el bienestar de las personas y se verá reflejada en empleados más motivados, creativos y productivos”, concluye Mara Bandini.