Fue Luis Juez quien -con su tradicional picardía- dijo que la primera vuelta ponía a muchos a elegir entre Frankenstein y Drácula.
Y ayer fue el día: 33% del electorado (punto más tal vez, pero seguramente algunos puntos menos) puso una boleta con la cara de alguien que NO quería votar.
Es cierto que en las cuatro semanas desde la primera vuelta buena parte de los votantes de Bullrich, Schiaretti y Bregman se fueron “amigando” con la idea de votar a su monstruo “favorito”, pero no menos de 5% de los votantes “libres” seguramente ingresaron al cuarto con más dudas que certezas.
Siempre, siempre, una elección donde participa el oficialismo se sintetiza en la dicotomía continuidad o cambio.
Desde InfoNegocios miramos siempre una correlación: los resultados de las elecciones en la dicotomía continuidad o cambio se vincula bastante con la cantidad de años de expansión y retracción económica de cada gobierno.
Alfonsín (tuvo un mandato de -casi- 6 años), tuvo empate: 3 a 3 y con una hiperinflación, la UCR no pudo llevar a Angeloz a la Casa Rosada.
Menem tuvo un 4-2 a favor del crecimiento (aún “comiéndose” la crisis del Tequila) y logró re-elección y en su segundo mandato tuvo 3-1 de crecimiento, pero no le alcanzó para que Duhalde siguiera el camino del PJ en el gobierno.
Obviemos a De la Rúa y las sucesiones de gobierno y retomemos con Kirchner: Néstor tuvo 4-0 de crecimiento y Cristina 3-1 en el primer mandato y 2-2 en el segundo, lo que tampoco le alcanzó para la elección de Scioli.
Macri “perdió” 1-3 y quedó fuera y Alberto terminará 2-2 (años de crecimiento vs. retracción) y la duda está flotando: ¿podrá el espacio político oficialista ir contra la lógica que indica que el crecimiento de PIB es determinante en la suerte de sus candidatos?
Frankenstein y Drácula pelean el round final.