¿Cómo se llega a una hiperinflación? La respuesta de los economistas suelen coincidir: solo tras una sucesión de eventos desafortunados y bastante impericia. Condimentos que -admitámoslo- están sobre la mesa de la gestión económica.
El siempre pedagógico Juan Carlos de Pablo repite que una misma, mismísima medida de política económica puede generar efecto A o efecto Z (uno y su absoluto contrario) solo por la diferencia de credibilidad del autor.
De las cosas buenas que tiene ponerse mayor (además de no morir en el camino, claro), una muy interesante es haber sido testigo directo de sucesos que otros referencian por haberlos leído o escuchado.
La sensación subjetiva de anomia que invade el país me retrotrae a aquellos meses de 1988 y 1989 cuando transitaba mis primeros pininos en el periodismo y en el alfonsinismo se desintegraba el sueño de ser el “tercer movimiento histórico”.
Es verdad: algo similar “se sentía” en el primer tramo del gobierno de Menem (que tuvo su híper y su Herman González) y muchos años más tarde, en el inicio del gobierno de Néstor Kirchner cuando muchos pensábamos que su debilidad política de origen no lo iba a dejar hacer pie y la sucesión de presidentes de 2002 tendría otro capítulo en la historia.
Como sea, la incertidumbre del momento invita a mirar cómo fue la escalada del IPC que terminó en aquella hiperinflación donde en el Supermercado Americanos que visitaba cada día los precios aumentaban a la mañana, a la tarde y a la noche.
Aquellos IPC entre Alfonsín y Menem
- Noviembre 1988: 5,7% (menos que enero de 2023)
- Diciembre 1988: 6,9% (tres décimas más que febrero 2023)
- Enero 1989: 8,9%
- Febrero 1989: 9,6%
- Marzo 1989: 17%
- Abril 1989: 33,4%
- Mayo 1989: 78,5% (ese mes hubo elecciones presidenciales y perdió el oficialismo)
- Junio 1989: 114,5% (Alfonsín se quiere ir, Terragano convence a Menem de asumir)
- Julio 1989: 196,6% (Menem asume y lanza el Plan BB que también fracasaría)
Como se ve, en este proceso hiperinflacionario el IPC sube “poco” hasta que pega un salto (marzo) y luego empieza duplicarse mes a mes, retroalimentándose con devaluaciones en un marco de escasez de productos por especulación y falta de insumos (y/o pagos) en todas las cadenas de abastecimiento.
En esta escalada de precios, la economía es el telón de fondo (muchos pesos en circulación, muchos pasivos remunerados en los bancos, escasez de dólares), pero los actores centrales son los políticos: con Sourrouille se fue el último “ministro fuerte”, Juan Carlos Pugliese hizo lo que pudo (“les hablé con el corazón, me contestaron con el bolsillo”) y si Jesús Rodríguez no voló también fue porque Menem se convenció que el país no llegaba al recambio del 10 de diciembre.
Posiblemente la historia no se repita. Pero sería bueno que los presidenciables tengan ya bien claro qué plan deberán aplicar por sí el futuro patea sus puertas.