Lo raro es no tener tatuajes: Buena Vida Tattoo busca nuevos públicos (ya hay empresas que los contratan como beneficio corporativo)

(Por Rocío Vexenat) El tatuaje dejó hace rato de ser un tabú y empieza a jugar en otra liga: la de los beneficios corporativos. En Córdoba, Buena Vida Tattoo and Piercing Studio es uno de los estudios que empuja esa transformación, con empresas que compran gift cards para regalar tatuajes a sus colaboradores y un modelo de negocio cada vez más profesionalizado.

Detrás de esta nueva etapa está Leo, tatuador con más de 13 años de trayectoria, que en noviembre tomó la posta de la marca luego de que su fundador decidiera no continuar en el país. “Había un legado muy fuerte y un potencial enorme. La idea fue ordenar todo desde adentro hacia afuera y volver a proyectar a Buena Vida como referencia”, resume.




Leonel Zabala, tatuador y dueño de Buena Vida Tattoo.

De estudio boutique a marca en expansión

Hoy Buena Vida funciona en Paraná 635, con un formato más privado y exclusivo, aunque el plan ya está claro: volver a la calle en 2026, con un local más abierto al público general y una estructura pensada para escalar. Actualmente el estudio reúne ocho tatuadores y un perforador, cubriendo todos los estilos, con perforaciones premium en titanio y oro.

El diferencial no está solo en el arte. Agenda digital, gestión centralizada, procesos estandarizados y una experiencia de cliente muy cuidada forman parte del ADN actual del estudio. “El tatuaje es 30% arte y 70% organización”, dice Leo, con una mirada más cercana al management que al mito bohemio del oficio.

Tatuajes como incentivo laboral

El dato que más ruido hace (y que entusiasma a RRHH) es la incorporación del tatuaje como beneficio. La experiencia arrancó con Muda Town, donde la empresa compraba gift cards para regalar a su equipo a fin de año. Funcionó tan bien que se volvió un ritual esperado por los empleados.

A partir de ahí, Buena Vida dio un paso más y se integró a Bonda, una plataforma de beneficios corporativos que ya usan compañías como Konecta. Resultado: tatuarse pasó a convivir con el gimnasio, el cine o los vouchers gastronómicos dentro del menú de perks.

Primer tatuaje: manga completa o ritual familiar

La democratización del tattoo también se nota en el mostrador. Ya no hay reglas: hay quienes arrancan con una manga completa y otros con un símbolo mínimo. Se multiplican los tatuajes familiares, especialmente a fin de año, cuando hijos que viven afuera vuelven al país y convierten el tatuaje en recuerdo compartido.

En precios, el ticket en Buena Vida arranca en $ 60.000 y una frase o diseño simple de unos 15 cm ronda los $ 120.000, según complejidad.

Universidad, IA y profesionalización del oficio

Otro hito es el vínculo con la Universidad Nacional de Córdoba. Desde enero, Buena Vida dictará un curso gratuito de introducción y nivelación en tatuaje a través del Campus Virtual, con enfoque histórico, cultural, técnico y sanitario. Sin práctica, pero con una profundidad poco común en la industria. “A nivel latinoamericano puede ser un antes y un después”, asegura Leo.

A eso se suma el uso intensivo de inteligencia artificial: desde bocetos hiperrealistas para mostrarle al cliente cómo quedará su tatuaje, hasta automatización de la atención fuera de horario mediante plataformas de IA que luego derivan a atención personalizada.

El plan: escalar sin competir

El objetivo final no es solo crecer, sino ordenar el ecosistema. Leo imagina un modelo donde los tatuadores que quieran abrir su propio estudio lo hagan con el aval de Buena Vida, como socios y no como competencia. “Estandarizar cómo debería funcionar un estudio en cualquier barrio o ciudad”, resume.

El tatuaje ya no se discute: se gestiona, se profesionaliza y, ahora, también se regala como beneficio laboral. Y en ese cruce entre cultura, negocio y tecnología, Buena Vida vuelve a ponerse en el centro del mapa.

Alfa Pampa: fabrica más de un millón de alfajores por mes y quiere seguir creciendo (facturación proyectada: $ 4.000 millones en 2026)

En un país donde el alfajor es mucho más que “un producto”, lograr diferenciarse parece una tarea titánica. Sin embargo, desde una planta bonaerense y sin grandes campañas de marketing, Alfa Pampa consiguió construir una marca con alcance nacional, presencia internacional y una premisa clara: competir en calidad sin entrar en la carrera del alfajor más barato.