Desde agosto de 2024, la categoría K del Monotributo (la más alta) fija un tope de facturación de $ 68.000.000 anuales, lo que equivale aproximadamente a $ 5.666.667 mensuales. Superar este monto obliga al contribuyente a dejar el régimen simplificado y pasar al Régimen General. Este cambio implica nuevas obligaciones fiscales y administrativas que impactan directamente tanto en los costos como en la gestión del negocio.
Como Responsable Inscripto, los contribuyentes deben:
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Pagar impuestos (como el IVA y Ganancias)
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Realizar aportes a la seguridad social de manera separada
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Presentar declaraciones juradas mensuales
La contadora Cecilia Rodríguez, afirma que si bien esto permite una facturación ilimitada, también implica un incremento significativo en la carga administrativa y costos asociados. Además la profesional nos aclara que los profesionales aquí se enfrentan a un cambio en su estructura comercial, especialmente si gran parte de su clientela no puede descontar el IVA de sus compras. Esto puede generar un aumento en el precio final del servicio, dificultando la competitividad.
Para un profesional, pasarse de Monotributista a Responsable Inscripto no solo aumenta los costos comerciales por la aplicación del 21% de IVA, sino también la carga administrativa. En el régimen simplificado, las obligaciones se limitan a una recategorización semestral, mientras que el Régimen General requiere:
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Registro minucioso de ventas y compras
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Declaraciones juradas mensuales de IVA
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Declaraciones juradas provinciales (Ingresos Brutos) y municipales (Comercio e Industria)
Esto obliga a muchos contribuyentes a contratar servicios contables más complejos y costosos, cuyo precio varía según el volumen de operaciones.
Según la contadora Rodríguez, decidir entre permanecer como Monotributista o pasarse a Responsable Inscripto depende de varios factores:
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Perfil de los clientes: si la mayoría son responsables inscriptos, el cambio podría ser más viable porque podrán descontar el IVA.
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Capacidad administrativa: considerar si el contribuyente tiene la infraestructura para gestionar las nuevas obligaciones fiscales o el presupuesto para contratar asesoría contable.
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Margen de facturación: evaluar cómo impactarán los impuestos adicionales y costos administrativos en la rentabilidad del negocio.