Las telas recuperadas provienen de fábricas, marcas y emprendimientos locales, sobrantes de producciones, errores en el estampado o muestras que no fueron aprobadas por los clientes. “Como los retazos son nuevos, no es necesario ningún proceso de lavado y se pueden utilizar directamente para hacer las prendas”, aclara Nadia.
La mayoría de las telas son de tejido de origen sintético, poliéster, con “errores” de desarrollo de color y estampas más restos de encimadas. “Algunas también provienen de donaciones de una fábrica de sublimación, emprendimientos y marcas de ropa”, agrega Nadia.
Lo primero que hacen es clasificar las telas por materialidad y color para luego fragmentar las molderías, generando patrones como guías. “Luego se cortan los retazos y se unen mediante costuras generando una tela de mayor tamaño, técnica conocida como patchwork. De esta forma se obtienen piezas únicas y con un mayor valor ecológico”, detalla la emprendedora.
La industria textil es la segunda industria más contaminante del planeta, según datos de Conferencia de la Organización de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Para confeccionar prendas se utilizan por año unos 93.000 millones m3 de agua, que equivalen a satisfacer las necesidades de consumo del vital elemento de unas 5 millones de personas. Además se tiran cada año medio millón de toneladas de microfibra, es decir unos 3 millones de barriles de petróleo.
La industria de la moda produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos, con las consecuencias que ello tiene en el cambio climático y el calentamiento global.
En Arquetipa la propuesta de slow fashion a través del upcycicling apunta a disminuir el impacto ambiental de la contaminación generada por los descartes de la industria textil.
Diseños únicos, artesanales y sostenibles
Las creaciones son originales, únicas y ecológicas. “No hago productos seriados, elijo trabajar con costureras de la zona fortaleciendo y valorando los saberes, oficios y principalmente los vínculos entre nosotras”, indica Nadia que vive en Ciudadela, Buenos Aires. “Hago prendas y accesorios pensando en todos los cuerpos y edades, incluso los buzos son personalizados tanto en el talle como en el diseño”, detalla Nadia.
En Arquetipa las telas tienen que ser de buena calidad, porque la idea es crear un producto con una larga vida útil que pueda volver a ser reutilizado. “Estoy probando de trabajar con prendas vintage, esas que eran de nuestras abuelas, telas casi eternas que te dan la posibilidad de rediseñar distintas tipologías y poder utilizar el material infinitamente”, agrega la emprendedora.
Los tapabocas son 50% sostenibles con diseños exclusivos creados a partir de pedazos de telas de estampas de color. “La mayoría son de fibra sintética y las utilizo para la parte externa del barbijo porque son impermeables y para la parte interna empleo telas de algodón que las compré antes de la pandemia”, cuenta Nadia.
La marca hace envíos a todo el país y los precios oscilan entre $ 2.200 un bolso suprareciclado o una riñonera, los tapabocas en $ 350 y los buzos en $ 3.800.