La historia de Samanta Schnabel, directora creativa de Salve Regina, es parecida a la de muchos emprendedores: difícil. En 2011 renunció a su trabajo como administrativa en una constructora para formar su propio emprendimiento. Recuerda que luego de tomar la decisión, pasó dos meses íntegros llorando, sabiendo que ya no iba a contar con un sueldo a fin de mes. Había hipotecado su casa. “A los 38 años no es fácil comenzar de cero y por muchas buenas intenciones que se tengan, la duda siempre está ahí, latente como un alerta que más de una vez hace trastabillar los sueños”, cuenta.
Empezó a trabajar con sus padres, que tenían una distribuidora de artículos para santerías, y Macarena, su hija, se sumaba cuando salía de la escuela y los ayudaba a armar pedidos. Como Samanta facturaba, escuchaba mucho a los clientes, que consultaban por diseños nuevos en busca de alguna novedad. Con la premisa de cumplir esta necesidad y con su pasión por el diseño, se le ocurrió crear los primeros rosarios con cuentas de colores. Sin imaginarlo ahí nacería Salve Regina, la primera marca de Argentina de regalos con valor emocional.
La inversión inicial fue de $ 500 para comprar una balanza y pesar las cuentas. Aquella primera semana pudo hacer 15 rosarios y 25 pulseras, y le preguntó a sus papás si podían mostrarlos en la distribuidora. Al segundo día, se había vendido todo el stock y su demanda siguió creciendo al punto tal que no podían abastecerla. Por el crecimiento acelerado, una de sus amigas empezó a ayudarla, su marido dejó su trabajo en una multinacional para sumarse, Macarena terminó el colegio y asumió parte de la venta, y siguieron sumándose amigos y familiares al negocio, que actualmente cuenta con más de 60 empleados.
De a poco, los accesorios como pulseras, dijes, y anillos se fueron ampliando. La empresa familiar no paraba de crecer y ya se habían sumado cuadernos, mochilas y todo tipo de productos ideales para regalar. Nueve años después, Samanta está convencida de que tomó la decisión correcta. “Para mí, Salve Regina fue la oportunidad de superación y de demostrarme todo lo que podía. Me dio el espacio que necesitaba para encontrarme a mí misma, para descubrir qué me gustaba hacer como profesional, para aprender constantemente, para conocer personas y formar nuevos vínculos”. Hoy vende sus productos a través de mayoristas a más de 1.000 revendedoras, cuenta con cinco góndolas en distintos shoppings del país. En Córdoba había una que cerró previo a la pandemia, pero la idea es retomar esa iniciativa. En el plano internacional logró instalarse en Ecuador.
Principales canales de venta hoy (y los planes para Córdoba)
Actualmente su principal canal de venta es a través de revendedoras “que encontraron en estas mujeres historias de resiliencia y superación, que las motivaba a dar todo su potencial”, aseguran desde la marca.
-¿Cuál es el principal desafío para seguir creciendo en Córdoba?- le preguntamos.
-En Córdoba tenemos actualmente cerca de 70 revendedoras. Actualmente solo un 3% de nuestra facturación proviene de la provincia de Córdoba. Nos encantaría seguir creciendo en la provincia, lograr tener una revendedora en cada ciudad. Hasta hace algunos años contábamos con una franquicia en Patio Olmos, que funcionaba muy bien, pero por motivos personales del franquiciado tuvo que cerrarla. Al día de la fecha, varios años después, los clientes nos siguen consultando por un local exclusivo allí, pero aún no hemos dado con el socio estratégico ideal, y además nuestro foco del negocio fue cambiando a la venta mayorista.