Hace más de dos décadas que Eduardo Bartolomeo se dedica al diseño y fabricación de equipos de iluminación (es proveedor de lámparas para los locales de la cadena Grido, por ejemplo).
La coyuntura y su expertise lo impulsaron a diseñar, junto a Juan Manuel Avakián, miembro del comité de coronavirus de un sanatorio privado, un protector facial con un diferencial: no es molesto para los “miopes” y se puede subir para tomar alguna bebida.
“La diferencia con toda la gente que está produciendo máscaras, que es la cancha de pádel del momento, es que yo tengo más de 20 años de trayectoria produciendo artefactos de iluminación, no soy un improvisado. Soy diseñador industrial y la diseñé con un médico de un sanatorio privado. Hay una empresa de 20 años de trayectoria que puede responder”, señala Bartolomeo.
La máscara está elaborada con Disolan (polipropileno) y PET, se puede desinfectar con alcohol o lavandina diluido.
Bartolomeo comenta que por su experiencia con el troquelado tiene una ventaja en el tiempo de producción sobre los fabricantes que utilizan impresoras 3D (el troquelado permite hacer 1.000 máscaras en una hora).
El viernes iniciará la producción de 5.000 protectores faciales que comercializará a través de su página web y revendedores. Las empresas pueden personalizar las cintas que sujetan la máscara a la cabeza con el color de su identidad visual.
El producto costará $ 190 por mayor y aproximadamente $ 350 por menor.