En noviembre de 2014, en la habitación de una antigua casona, cinco mujeres esperaban ansiosas la llegada de los papás que quisieran inscribir a sus hijos en la nueva escuela en Río Segundo.
La noticia ya había sido difundida. El Instituto Jorge Vocos Lescano abría sus puertas con un proyecto educativo innovador.
Llevaba el nombre del poeta que supo vacacionar por estos lados, el autor del libro “El tiempo más hermoso”. Ese título les marcaba el rumbo: crear un espacio donde los niños y los adolescentes se sintieran felices. El norte en el mapa del sitio donde querían llegar.
La mesa estaba preparada con el cuaderno de inscripción. En un maniquí se exhibía el uniforme escolar, con un rojo sobresaliente, y el escudo con las iniciales del escritor. A medida que iban llegando los padres, con entusiasmo, las fundadoras contaban las bases del proyecto.
El Instituto Jorge Vocos Lescano arrancó con 35 alumnos repartidos en los tres niveles de educación inicial, primer grado y primer año. Hoy son más de 370 los estudiantes.
Inteligencias múltiples
Por destino o por azar, la vida de estas cinco mujeres quedó entrelazada. María Graciela Costero, Sandra Venica, Cristina Sánchez, Norma Espin y Analía Rivara –fundadoras de la escuela– venían de distintas disciplinas: pediatría, psicología y ciencias de la educación. Hoy sospechan que estaban destinadas a encontrarse.
“Desde mi óptica, era necesario apostar a la promoción de la salud. Si bien hay hermosos proyectos en las escuelas, creo que a veces hace falta apoyo o articulación”, cuenta Graciela Costero, pediatra y representante legal.
Graciela había trabajado como pediatra en hospitales públicos y privados de la ciudad de Córdoba. Era consciente de que, en cada paciente, además de curar la enfermedad había que procurar mantenerlo sano, promoviendo hábitos saludables, como la alimentación.
Las inteligencias múltiples constituían otro pilar desde el arranque. Norma Espin, profesora de Ciencias de la Educación y coordinadora pedagógica del primario, así lo explica: “Sentía que había algo diferente por hacer en las escuelas. No eran los contenidos los que estaban en problemas, sino la modalidad de enseñanza”.
Norma revela que ya desde muy pequeños algunos niños se destacan en la música o los deportes. “Tienen condiciones de inteligencia práctica, pero les cuesta aprender matemáticas y lenguas. Si saben tocar un instrumento, saber los pasos de una coreografía y bailarla, ¿por qué les cuesta aprender lenguas, por ejemplo? Hay que apoyarse en lo que el niño es fuerte para ayudarlo a crecer en lo que es más débil”.
Perfil emprendedor
Los niños y adolescentes de la escuela tienen un perfil emprendedor. Para fin de año, en lugar de una fiesta de cierre, hacen una feria donde ofrecen los productos que aprendieron a elaborar.
Además, la escuela plantea un cambio filosófico. “Uno puede ser emprendedor de lo que quiera. Asumís un proyecto de vida con objetivos. El fracaso te permite seguir aprendiendo. Sabés que si te caés, te tenés que levantar”, expresa Sandra Venica, licenciada en Ciencias de la Educación y directora del secundario.
La especialista destaca que esta pasión es contagiosa. “Cuando logras sembrar esa semillita en los pequeños y en los adolescentes, todas las familias empiezan a sentirse emprendedores en la vida”.
Invertir en todos los sentidos
La psicóloga infanto-juvenil, Analía Rivara, estaba destinada a sumarse al proyecto. “Notaba que los adultos no ofrecíamos un mundo adecuado a lo que niños y adolescentes necesitaban, sentían o pensaban. Teníamos que generar espacios alternativos”.
Analía destaca la contención y el compromiso de las familias, con actividades que se proponen en conjunto desde la sala de tres. “Este proyecto se basa en la contención y en un vínculo afectivo muy fuerte. Sin ir más lejos, la casa donde funciona el nivel inicial tiene sus implicancias”, cuenta. Es que el edificio donde hoy aprenden los niños del jardín era la casa paterna de uno de los preceptores del secundario, Eduardo Luque.
“Al patio lo construimos a pulmón. Me acuerdo que era una noche de domingo, y estábamos todas las familias con palas para terminar la obra porque al otro día comenzábamos las clases”, recuerdan.
El comienzo no fue fácil, reconocen. Las cinco familias sacaron múltiples créditos personales y ofrecieron como garantía las escrituras de sus casas.
También fue a pulmón la construcción del edificio de la primaria y secundaria, en el predio de la vieja ruta nueve donado por Adrián García.
Hoy alrededor del 20% de la escuela se financia con subsidio estatal.
Es caprichoso el azar
“Este proyecto nace de búsquedas y conexiones con conceptos alternativos para superar los existentes. Todo lo que hacemos está basado en un soporte teórico investigativo. El bagaje que tenemos y la apertura a la investigación es una fortaleza”, agrega Analía.
Desde la sala de tres se ofrece inglés y teatro. Esta última disciplina “es fundamental para que el alumno desarrolle capacidades, habilidades, aprenda a expresarse y vencer los miedos”, sostiene Cristina Sánchez, profesora de Geografía y secretaria docente del secundario.
Las fundadoras destacan el compromiso de los docentes y su pasión por la educación, así como el rol fundamental de Liliana Brizzio y Laura Puglié Devalis, directoras del nivel primario e inicial, respectivamente. “Todos juntos integran un grupo muy dispuesto, con sentido de pertenencia y una dedicación maravillosa”.
Para cerrar, revelan el último ingrediente de esta alquimia: la alegría. “Cuando un niño está feliz, se encuentra abierto y dispuesto a recibir otro tipo de enseñanza”, sostienen emocionadas.
Esta fue la historia de cinco mujeres que se encontraron sin querer. Que no se buscaron ni se vinieron a buscar. Que estaban donde debían estar. Porque, como bien dijo Serrat, es caprichoso el azar.