"Yo me casé con 22 años", recuerda Tía Irma con nostalgia, mientras rememora los inicios de su vida junto a su esposo en el campo. Su hogar fue inicialmente la casa de sus suegros, donde convivieron dos años hasta que, con grandes sacrificios, lograron levantar su propio hogar. "La vida de campo es humilde pero no salimos de lo correcto, somos muy unidos acá", agrega con orgullo.
La autenticidad y la tradición se entrelazan en cada relato de Tía Irma. La elaboración de quesos, por ejemplo, es una práctica arraigada en su familia. "Sí, lo hacemos nosotros", afirma con determinación cuando le preguntamos sobre su elaboración. Desde el ordeño de las cabras hasta la cocción de la leche, Tía Irma despliega su habilidad para producir quesos, una actividad que no solo les provee alimento, sino también un ingreso extra. "Con eso me queda para comprar un par de zapatillas", comparte con una sonrisa.
El aprovechamiento de los recursos naturales es una constante en la vida de Tía Irma y su comunidad. La algarroba, por ejemplo, es fuente de creatividad en su cocina. "Con algarroba se hace jalea, patay…", revela.
El mistol, otro fruto del entorno, se convierte en arrope y jalea bajo las hábiles manos de Irma y su familia. "Yo soy arropera vieja", bromea, destacando su experiencia en su elaboración.
En cada relato de Tía Irma se percibe el vínculo profundo con la tierra y sus frutos. La vida en el campo no es solo una elección, es un compromiso con las tradiciones, con el respeto por la naturaleza y con la comunidad que los rodea.
Como en cada ocasión que nos encontremos, reiteramos la invitación a sumarte, a seguirnos, a ser parte de esta movida que involucra a todos los cordobeses, porque todos #somosutuco.