Brasil y el boom del sector automotor
Frase pobre en cuanto a riqueza del lenguaje, pero que grafica a la perfección lo que deben estar pensando los directivos de las automotrices.
Y es que Brasil se lleva el 85% de nuestras exportaciones, que a su vez se adjudican una buena parte de la producción nacional.
¿Está mal exportar gran parte de lo generado aquí?
Por supuesto que no, bienvenida la demanda externa y ojalá siga creciendo.
El riesgo de depender tan fuertemente del 4º productor mundial de automóviles (que desplazó de ese puesto a –nada más y nada menos- Alemania, es que si Brasil llegara a devaluar su moneda (en esta etapa ha seguido fortaleciéndose frente al dólar), algo que, personalmente creo va a ocurrir tarde o temprano, el sacudón se va a sentir.
Es cierto, el mercado interno (ventas) también goza de muy buena salud, pero la situación de las automotrices sería muy distinta si el consumo de “os mais grandes do mundo” cayera como consecuencia de una balanza comercial inversa, a su vez provocada por un paridad cambiaria diferente a la actual.
Si comparamos setiembre con enero, ambos 2010, la producción de autos se multiplicó por 2.38, mientras que las exportaciones lo hicieron por 2.57.
¿Qué podemos hacer para minimizar los riesgos de este potencial alerta meteorológico?
Creo que no mucho. Como también le ocurre a México con Estados Unidos, la diferencia de escala y sus efectos son inevitables.
Aun así hay medidas que sí deberían tomarse. Como comentamos tiempo atrás, una batería de incentivos a la radicación industrial con un plan de integración nacional progresivo, la quita parcial –temporal- de la alevosa carga impositiva de los autos y un plan canje adaptado a la realidad actual, son solo algunas de las iniciativas viables que mejorarían la industria nacional.
¿Que han habido fuertes inversiones en Argentina? Es cierto, Ford Focus II, Peugeot 408 y Renault Fluence son los últimos casos de confianza en el país, pero no nos engañemos; muchísimo tuvieron que ver estas decisiones con la tracción de la demanda brasilera y la ventaja comparativa en el tipo de cambio.
Y basar nuestra competitividad industrial (en general) casi exclusivamente en el tipo de cambio es –cuanto menos- riesgoso.