- ¿Existe un nuevo concepto de felicidad, más holístico? Hace unos 30 años nadie hablaba de la “economía de la felicidad”…
La idea de hacer de la felicidad y el bienestar el foco central de nuestras prioridades no es nuevo; era un eje del pensamiento en el siglo XVIII, aunque en el XX el mundo se obsesionó con las estadísticas económicas, como con el PBI. Por supuesto que esas estadísticas son importantes, pero hay muchas cosas más que hacen próspera a una sociedad además de su nivel de ingresos. Dos grandes cambios se produjeron recientemente para volver a poner a la felicidad en foco: primero, nuevos campos de la investigación científica (como la psicología positiva) empezaron a ofrecer evidencias empíricas sobre lo que contribuye al bienestar. Podemos decir, con más certeza, qué hace a la felicidad y una de las llaves es que las buenas relaciones sociales son, frecuentemente, más cruciales que las circunstancias materiales. Lo segundo es el incremento de líderes que empezaron a reconocer que crear riqueza a cualquier costo es imposible de sustentar y fracasó a la hora de mejorar la calidad de vida. Vemos más gobiernos, como el inglés, y grupos de países, en Naciones Unidas o la OCDE, que empiezan a medir el bienestar y usan los datos para hacer política.
- ¿El “derecho a la felicidad” seguirá ganando espacio en las agendas políticas?
Esa idea ciertamente estará en el corazón de las discusiones políticas. En los hechos es difícil imaginar cuál es el rol de la política sino pasa por mejorar el bienestar. Como decía Thomas Jefferson, “el cuidado de la vida y de la felicidad, su no destrucción, es el primero y único objetivo de un buen gobierno”. La gente piensa que es trivial medir y preocuparse por la felicidad, como si hubiera algo más importante que la manera que se sienten las personas respecto de su vida; dudan de que se pueda medir la felicidad con un método válido ya que es un área subjetiva, pero hay evidencias objetivas de que se puede hacer. Suena siniestro que los gobiernos cuiden la felicidad y traten de hacer más feliz a la gente con lo que tiene sin llamar a un cambio. Hay mucho cinismo en este período económico incierto, pero medir la felicidad permite escuchar cómo se siente la gente y actuar sobre ello. Es muy democrático hacerlo así, avanzar sobre la autonomía individual no sirve y reduciría el bienestar en vez de aumentarlo.
- ¿Cuál es el rol de los gobiernos, cómo pueden ayudar a aumentar el nivel de felicidad?
Hay mucho que pueden hacer y, obviamente, difiere entre los países. Algunos puntos generales que sugieren las investigaciones pasan por medir qué pasa. El punto inicial es saber de dónde se parte y no sólo en lo económico. Es esencial medir el bienestar subjetivo, por caso cuán feliz o ansioso está un individuo. Asegurar la estabilidad económica es clave, una economía saludable es fundamental para la felicidad y el bienestar a largo plazo, especialmente en lo que hace a altos niveles de empleo. Apoyar a quienes están en desventaja debe ser la prioridad no sólo en el aspecto económico, sino en empoderarlos y ayudarlos a ayudarse. Otro aspecto clave es crear sistemas de salud que apoyen la salud mental tanto como la física. En la mayoría de los países las enfermedades mentales son responsables de una alta proporción de la morbilidad pero lo invertido en el área es una fracción muy menor del presupuesto general. También se deben crear sistemas educativos que den a los jóvenes habilidades para la vida, no sólo que se ocupen de lo académico. En el mundo moderno es esencial que la gente aprenda cómo ser resiliente al stress, cómo tratar a los otros, cómo contribuir a la sociedad y muchas escuelas ignoran estas habilidades y se enfocan sólo en el rendimiento en los exámenes. También deben priorizar las relaciones; los buenos vínculos son esenciales para el bienestar y el Estado tiene un rol crucial en promoverlos, por ejemplo, dando asistencia a padres con niños pequeños o asesoramiento a quienes tienen problemas relacionales.
- ¿Qué pueden hacer las empresas? La gente pasa muchas horas trabajando, ¿cómo se puede mejorar en ese ámbito?
Nuestro trabajo es un gran contribuyente al bienestar y estar desocupado (o muy infeliz en el empleo) puede reducir nuestra felicidad fuertemente. Muchas compañías siguen viendo la felicidad de sus trabajadores como irrelevante, no prioritaria, pero las investigaciones muestran que los empleados más felices son más creativos, más productivos, más leales, mejores en el servicio y para trabajar con ellos. Por supuesto, el pago básico y las condiciones de trabajo son claves pero, además, tener relaciones positivas -fundamentalmente con el jefe y los compañeros- tienen un sentido de éxito y contribuyen a estar mejor.
- ¿En la sociedad, en la convivencia, cómo se logra un cambio positivo?
Hay muchas cosas que podemos hacer. Acción por la Felicidad creó las “10 claves para una vida más feliz” basadas en una extensa revisión de las últimas investigaciones psicológicas: dar, hacer cosas por los otros, relacionarse, conectarse con otros; realizar ejercicio físico, cuidar el cuerpo; agradecer, tomar en cuenta el mundo que nos rodea; intentar, aprender cosas nuevas; tener objetivos hacia donde avanzar; resiliencia, encontrar maneras de recuperarse; tener emociones positivas; aceptación, sentirse confortable con uno mismo; encontrar un sentido, ser parte de algo más grande.
- La pobreza sigue siendo un problema, ¿puede la gente que vive en esa condición lograr la felicidad? ¿Para la felicidad, es peor la inequidad que la pobreza?
En general quienes viven en la pobreza son menos felices que aquellos que tienen sus necesidades básicas satisfechas, aunque hay pobres felices y son quienes generalmente logran buenos vínculos y encuentran un sentido a su vida. Un aumento del bienestar es una gran contribución para elevar los niveles de felicidad. Una de las mejores cosas que un país en desarrollo puede hacer es generar condiciones económicas estables y reducir el desempleo. La desigualdad es un factor crucial porque a la gente le importa su posición relativa en la sociedad, no sólo su nivel de ingresos. Las investigaciones sugieren que en las comunidades más inequitativas hay más problemas sociales. Estabilidad, sustentabilidad y equidad deben caracterizar al crecimiento económico.
- ¿Cómo se verá una sociedad más feliz? Por ejemplo, mejor salud, menos violencia…
Una mayor felicidad se registra cuando la satisfacción con la propia vida no deja de mejorar. En la práctica se puede traducir en menos actos violentos, en menos enfermedades, más empleo y de mejor calidad y relaciones más fuertes con un alza de la confianza.
Mirá acá la entrevista completa a Williamson.