La búsqueda de una mayor colaboración en el lugar de trabajo condujo a muchas organizaciones en el último tiempo a transformar sus tradicionales oficinas en espacios abiertos, para fomentar la transparencia y mejorar la comunicación entre el personal.
Con menos paredes, menos puertas y sin otros limitantes espaciales, las oficinas de planta abierta permiten a sus empleados ver y escuchar a sus colegas –muchas veces pertenecientes a distintos puestos y rangos jerárquicos–, mientras conviven todos en una zona común.
Sin embargo, una investigación reciente elaborada por la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard reveló que estos entornos generan, en verdad, el efecto contrario al deseado por las empresas.
Según la reconocida universidad, en lugar de aumentar la interacción cara a cara, las open spaces offices impulsan a las personas a comunicarse por medio de correos electrónicos o plataformas de mensajería instantánea.
El estudio –que es el primero que da a conocer cómo cambian los patrones de interacción humana en función de estas modificaciones arquitectónicas en el mundo laboral– arrojó como resultado que, cuando las compañías evaluadas cambiaron el diseño de sus oficinas basadas en cubículos por unas de escritorios abiertos, la comunicación presencial entre los pares disminuyó aproximadamente un 70%.
De acuerdo al informe de Harvard, los empleados se volvieron más reacios tanto a expresarse abiertamente como a emitir comentarios negativos o a tratar temas delicados frente a sus colegas, motivo por el cual disminuyó la colaboración entre ellos, quienes optaron por formas de conversación más privadas, a través de sus computadoras y sus smartphones.
Los especialistas que llevaron adelante la investigación rastrearon la cantidad de mensajes instantáneos y los correos electrónicos que efectuaron quienes formaron parte del experimento 15 días antes y 15 días después del rediseño de las oficinas.
Como parte de la dinámica, los participantes usaron un dispositivo conocido como “insignia sociométrica”, que registró sus charlas y otra información clave, como sus posturas físicas, sus movimientos corporales, sus desplazamientos y sus ubicaciones dentro del espacio de trabajo.
Así, luego de la adaptación de las oficinas, el personal envió un 56% más de correos electrónicos (27 más) y recibió un 20% más de mails (78 más), al tiempo que el uso de mensajes instantáneos aumentó un 67% (99 más).
La investigación asegura: “La transición a la arquitectura de oficina abierta no necesariamente aumenta la productividad o promueve la interacción entre los colaboradores de una organización. El deseo de privacidad y el hecho de que todos sean más observados puede frenar la interacción face to face, haciendo que, frente a una gran audiencia de compañeros, un empleado mire a su alrededor para buscar a una persona en particular que se encuentra en su escritorio para enviarle un correo electrónico y asegurarse de lo leerá al instante”.
“Hasta que entendamos los factores que intervienen en este fenómeno, no debemos sorprendernos si encontramos una reducción en la colaboración laboral, incluso cuando diseñamos espacios transparentes y abiertos destinados a aumentarla”, concluye el reporte.