A primera vista parecen para el dormitorio de los niños. Como un juego de Rasti se van encastrando baldosas (con dos ganchos macho y dos hembra) de 25 x 25 cm (se entregan pre ensambladas en planchas de 1 m2) para formar un piso colorido y blando que invita a jugar. Sin embargo, las aplicaciones son otras.
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“Apuntamos al uso industrial más que al doméstico dado que es ideal para lugares donde es necesario montar el piso y luego desmontarlo o donde se requiere que la superficie sea más blanda” explica Fernando Martini, socio gerente de Clipsar, la unidad de negocios de Fobos SRL (industria metalúrgica orientada a la construcción de matricería y la industrialización de componentes plásticos).
Los modelos varían según la aplicación. Así el liso es perfecto para quienes deseen armar canchas de vóley (son uno de los principales clientes ya que es el que sugiere la Federación Internacional de Vóley) y superficies para hacer deporte en general. También es muy requerido para los eventos ya que el suelo debe ser parejo.
El piso semilla de melón es liso con una protuberancia y fue desarrollado para clientes que necesitaban una superficie que no resbalara tanto (específicamente los lubricentros). El calado se usa en lugares donde hay posibilidad que se derramen líquidos, entonces los fluidos se escurren y siempre la superficie está seca (ideal para talleres mecánicos o industrias).
El símil parqué está hecho para usarse en stands de ferias, locales comerciales, eventos de carpas y oficinas. El piso rombo se usa mucho en automovilismo para los boxes. “Aquí logramos resolver los dos grandes problemas que tenían las escuderías (que importaban el producto de Europa) ya que conseguimos clips resistentes al frío y un precio mucho más accesible”, explica Martini.
Las ventajas de este producto son muchas. En principio, el piso se puede cambiar (ya sea reemplazándolo o combinando de otra forma los colores). Al ser rígido no se frunce, no se dobla y es seguro porque evita caídas (a diferencia de una alfombra de goma que se va deformando).
Además, la colocación es rápida (lleva aproximadamente una hora armar 100 m2 entre dos personas), no requiere mano de obra especializada y es de fácil limpieza: se retira, se pone en remojo y en unas horas está como nuevo. Incluso se puede higienizar ya colocado con una mopa. “El plástico se puede rallar pero si no le da el sol, es eterno”, aclara Martini con respecto a la vida útil.
Otra de las ventajas es la ergonomía. Se trata de una superficie blanda que resulta muy cómoda para trabajar. “El operador que tiene que estar parado en una máquina ocho horas, no siente tanto el cansancio en las piernas como si estuviera en un suelo duro”, sostiene el gerente.
“En muchos casos las industrias tienen los pisos gastados o bien alquilan un galpón y no quieren invertir en una remodelación; nuestro producto es algo que se pueden llevar cuando se vence el alquiler”, añade Martini.
Vamos a los números
Esta pyme nacida en 2009 vende aproximadamente 500 m2 por mes y entre sus principales clientes se encuentran la Universidad Interamericana de Buenos Aires, el Club Rosario Central y la Municipalidad de Gualeguaychú.
El valor del m2 ronda los US$ 30 y si bien desde sus inicios la empresa había incursionado en el mercado internacional (con 6 ventas de bajo volumen) fue en julio cuando realizó su primera exportación formal a Bolivia. Se trata de la venta de casi 1.000 m2 de piso para el armado de 3 canchas de vóley en un colegio de Santa Cruz de la Sierra.
De cara al futuro, las autoridades de Clipsar se muestran muy esperanzadas ya que cuentan con un producto que (según dicen) siempre supera las expectativas del comprador. “Tratamos de enfocarnos en un mercado y desarrollarlo; nos parece interesante Bolivia porque es un país que tiene una economía muy estable y está en una etapa de generación de infraestructura”, opina Martini.
Tras descubrir dicho mercado, la empresa piensa en explorar el resto de los países limítrofes, en especial Uruguay y Paraguay.