Agustin, Andrea, Guti y Nicoletta, son las 4 personas detrás de El Campanario. Una bióloga, un chef, una comunicadora audiovisual y un viajero del mundo, se unieron y crearon este emprendimiento de economía circular. Antes de ser lo que es hoy, El Campanario era una casa de veraneo de familia, y solo se utilizaba algunos meses del año. Sin embargo, la tierra donde se encuentra la propiedad data de más años y hace 45 era una plantación de tabaco. Con el objetivo de replicar un ecosistema de gran escala, como era antes, en una escala mucho menor, comenzaron a plantar árboles, incorporar chipeado de madera al suelo, y recuperar poco a poco la biodiversidad.
Agustin Franco, uno de los fundadores, comenta que el plan en su cabeza era hacer un “jardín con plantas productivas”. Lo que también tenían en mente, con Andrea, era un cambio en su estilo de vida. Agustin explica que este cambio de vida requería crear un espacio lindo, cuidado, que incite a tener ganas de trabajar 12 horas todos los días. Y agrega: “Lo que nosotros buscamos es estar orgullosos de lo que hacemos, que la gente valore lo que hacemos, estar en convivencia con la naturaleza, cuando vos convivís con la naturaleza todo el tiempo, toda la parte del consumismo la dejás de lado, entonces empezás a vivir de otra manera”.
El Campanario, además de regirse por la economía circular, la sustentabilidad, y el reciclaje tiene como bandera la autosustentabilidad. “La idea nuestra siempre fue que todo tenía que surgir de nosotros, sobre todo para que sintamos el orgullo de lo que es hacer desde cero algo y perpetuarlo en el tiempo en algo que nos guste”.
“Replicar", es la palabra que Agustín Franco repite cuando habla del Campanario y de la gente que lo visita. Además de tener un objetivo productivo y de turismo, uno de los objetivos principales que tiene el emprendimiento es ser educativo y de divulgación. “El formato de esto tiene que ver más con un lugar que también haga un poco de escuela, que sea un poco no solamente para el turismo sino para todo el mundo que quiera venir y que vea cómo lo puede replicar a menor, a mediana o a mayor escala”, manifiesta Agustin Franco, y deja entrever su experiencia como profesor.
99% garantizado
El impacto de la experiencia en El Campanario se traduce en la satisfacción y el deseo de volver en los visitantes. Agustín Franco afirma que de cada 100 personas que visitan el lugar, 99 se enamoran de lo que hacen, aprecian el trabajo que hay detrás y expresan el deseo de encontrar lugares similares en otras partes del mundo. El fundador afirma que esos comentarios los animan a seguir adelante y “nos orientan en nuestra visión hacia dónde debemos ir".
La calidad de la experiencia en el Campanario va de la mano de la dedicación plena de los fundadores, de una escucha activa a los clientes, y de la estética del paisaje.
Agustin, asegura que emprender es una mezcla de intuición, aprendizaje y escucha activa de las necesidades de la gente. En estos tiempos, donde la demanda de alimentos orgánicos y saludables está en aumento y la preocupación por el uso del glifosato y otros químicos es cada vez mayor, es fundamental prestar atención a las demandas del público. "Es el momento para escuchar a la gente y la gente te va a apoyar mientras la escuches", asegura Franco.
El equipo del Campanario, logra batallar el clima extremo de Nono, y son creyentes de que si lograron ellos mantener una huerta con esas condiciones, se puede replicar en cualquier lugar del mundo.
Sobre otros desafíos que enfrentan, Agustin comenta que masificarse demasiado pondría en riesgo la frescura del producto, que es lo que los caracteriza. Al mismo tiempo, explica que quieren mantener su estilo de vida y seguir siendo los mismos que empezaron.
Hacia el futuro, están considerando la posibilidad de incluir ovejas y codornices.Como también seguir trabajando en la sistematización del riego. Sin embargo, lo que falta es solo un 30%, la gran parte ya está alcanzada y es hoy el gran campanario de Nono.