Los números mandan: La Voz del Interior SA (una empresa de Cimeco, controlada por Clarín) debía facturar $ 700 millones este año. Pero en una combinación fatal de recesión y caída del modelo de publicidad tradicional, este año apenas llegaría a los $ 550 millones.
No es poca plata para un medio. Pero sí es poca plata para un medio con 240 empleados que constituyen el 55% de los gastos.
Y aunque el resultado operativo de La Voz da positivo (ingresos corrientes menos gastos corrientes), el balance pasa a un rojo intenso cuando se computa intereses y pago de las deudas que tiene la empresa, buena parte derivada también de los sucesivos retiros de personal.
Así, el número final del 2019 rondaría una pérdida de $ 50 millones y en esa mala perfomance algunos incluyen la salida de Juan Castello, gerente de Administración y Finanzas y “mariscal de la derrota” en la cuenta final que mira Cimeco.
Esta semana se “sumaron” más periodistas a un retiro “voluntario” (en muchos casos retiros inducidos) con lo cual el plantel de La Voz luce hoy casi desconocido a la hora de los cierres. Muchas “plumas” siguen vinculadas como colaboradores externos, pero ya no en el día a día de la redacción.
Pero los recortes no se quedaron en la enorme redacción. A la salida prevista de Osvaldo Salas, por largos años gerente general, se sumaron este año la desvinculación de Pablo Bianco, gerente comercial y de Marketing y cara visible corporativa de la empresa y -la semana pasada- de Juan Castello, gerente de Administración y Finanzas con 20 años de trayectoria en la empresa; su área ahora será directamente ejercida y monitoreada por las oficinas centrales del grupo Clarín y algo similar pasaría con Recursos Humanos.
Como tampoco habrá reemplazo para Bianco, el diario no tendrá ni Gerencia de Marketing, ni Comercial, ni Recursos Humanos ni Administración y Finanzas. Solo quedan la Gerencia General a cargo de Tillard y la Gerencia Periodística a cargo de Jornet, dos directivos que tienen más puntos de distancia que de coincidencia.
Como sucedió en el mundo con los grandes diarios, La Voz del Interior atraviesa el penoso ocaso de su producto impreso, el que más monetiza entre lectores y anunciantes. La "transformación digital" de estas empresas ha significado casi ineludiblemente fuertes recortes de personal y optimización de la publicidad que entregan en formato digital, junto a suscripciones online. Mal no le está yendo en ese camino, pero aún así no alcanza.
La paradoja es notable: cada vez más gente lee La Voz, pero La Voz es cada vez menos relevante como medio (en la maraña de información disponible) y como canal publicitario.
“Hacé este número -nos dicen desde el edificio de Av. La Voz del Interior-; un empleado en promedio le sale hoy a la empresa $ 1 millón al año, contando cargas sociales y los 14 sueldos que otorga. Para poner en caja al diario haría falta que se vayan unas 100 personas de las 240 actuales. Se puede hacer el recorte de a puchitos, pero ese es el número al que se va: un diario de 150 personas, cada vez más digital, cada vez con menos papel”.
Decirlo es mucho más fácil que hacerlo. Ayer, por primera vez en mucho tiempo, empleados y gremios protestaron frente al edificio de La Voz, un gigante de cemento y espacios vacíos que es el mejor ejemplo de una estructura pensada para años que ya no volverán.