En base a datos del IVC (Instituto de Verificación de Circulaciones), La Voz dejó de circular más de 20.000 ejemplares diarios tomando el promedio neto vendido (de lunes a domingo) entre 2016 y 2020, pasando de 42.231 diarios vendidos promedio diario hace cuatro años a 20.513 de marzo pasado.
Los días de menos circulación (martes a viernes), La Voz estaba en torno a los 10.000 ejemplares de promedio de venta diario, lo que hace suponer que con la cuarentena ya circula menos de 10.000 ejemplares en esos días de semana.
Todos para abajo (venta neta de ejemplares pagos) | ||||
Diario | Ejemp. Marzo/16 | Ejemp. Marzo/20 | Caída | % |
Clarin (AMBA) | 208967 | 130373 | 78594 | 38 |
La Nación (AMBA) | 131744 | 76163 | 55581 | 42 |
La Gaceta (TUC) | 47273 | 26059 | 21214 | 45 |
La Voz (COR) | 42231 | 20513 | 21718 | 51 |
Los Andes (MDZ) | 20838 | 13815 | 7023 | 34 |
Río Negro (RN) | 20108 | 9288 | 10820 | 54 |
El Tribuno (SAL) | 19244 | 9789 | 9455 | 49 |
Norte (RES) | 11784 | 6211 | 5573 | 47 |
El Tribuno (JUJ) | 10788 | 4389 | 6399 | 59 |
Promedio | 47 | |||
Fuente: IVC |
Pero a no engañarse: los lectores que perdieron en papel -todos estos diarios, seguro- los ganaron como lectores digitales, incluso muchos periódicos los monetizan con distintos modelos de suscripción.
El problema que aqueja a los medios es que la publicidad en papel es mucho más cara (todavía, al menos) que los avisos en webs y aplicaciones, con lo que se genera la paradoja de mayores lectores e impactos, pero mucho menos ingresos para sostener la estructura de periodistas.
La Voz "entregó" el papel
La Voz del Interior, por ejemplo, acaba de tomar (en silencio) una decisión trascendente: el staff periodístico deja de ingresar en los turnos vespertinos y se concentra en horarios matutinos para ir subiendo la información a medida que se produce, "sin dejar nada guardado" para la edición de papel.
De hecho, la edición impresa recoge una selección de las notas que ya se publican en la web, restándole al papel la "ventaja" de tener los mejores artículos, los más profundos o el dato que no se ponía -intencionalmente- en las ediciones digitales.
La bohemia de los periodistas que cerraban sus notas corriendo a las 21 o 22 horas, iban a comer y se llevaban luego el diario impreso a sus hogares (si volvían y no se iban de farra) ya es solo material de anécdotas que se cuentan en alguna reunión nostálgica.