Una pandemia, una guerra, una sequía. La justificación de la performance económica que suele usar Alberto Fernández tiene algo de verdad (y bastante más de impericia).
La pandemia derrumbó el producto más de 10 puntos en 2020, se recuperó fuerte en 2021 y el envión alcanzó para crecer fuerte en 2022. Pero en 2023 el impacto de la sequía se hace sentir: de los 5 sectores que cayeron en mayo (en relación al año anterior), Agricultura, ganadería, caza y silvicultura se desplomó -43,8% y explica toda la caída del EMAE en ese mes.
Dicho en otras palabras, sin contar los efectos de la sequía el PIB estaría a flote con los rubros que crecen: Explotación de minas y canteras (+5,3% ia), Hoteles y restaurantes (4,1% ia) y Comercio mayorista, minorista y reparaciones (+2,8% ia).
Si tomamos los primeros 5 meses del año con datos, el acumulado del EMAE (Estimador Mensual de la Actividad Económica) creció en enero (2,7%), febrero (1,3%) y marzo (1,3%) y empezó la contracción en abril (-0,2%) y se acentuó fuerte en mayo (-1,3%).
A este ritmo, las proyecciones indican que la caída anual del PIB rondará entre 3% y 3,5%, terminando con dos años de retracción y dos de crecimiento, una plataforma que suele no alcanzar para imponer un candidato oficialista.
Cómo les fue a los últimos presidentes (cantidad de años con crecimiento económico)
- Néstor: 4-0 (+9% / +8,9% / +8% / +9%)
- Cristina I: 3-1 (+4,1% / -5,9% / +10,1% / +6%)
- Cristina II: 2-2 (-1% / +2,4% / -2,5% / +2,7%)
- Macri: 1-3 (-2,1% / +2,8% / -2,6% / -2,0%)
- Alberto: 2-2 (-9,9% / +10,3% / +5,2% / -3%(e))