Ricardo D’Olivo, el actual sucesor, nos comparte con orgullo la rica historia del almacén: "Esas tradiciones arrancan con mi abuelo José D'Olivo. Después siguió mi padre, Rogelio D'Olivo, por eso actualmente el negocio se llama “Almacén de Rogelio”. Después seguí yo, y ahora están mis hijos, que es la cuarta generación”.
El almacén no solo fue un punto de encuentro y abastecimiento para la comunidad, sino que también jugó un papel crucial en la preservación de la gastronomía local, destacando un producto especial: la polenta blanca.
La producción de polenta blanca en el Almacén de Rogelio comenzó en 1985, tras el cierre del molino de Bergaña en Jesús María, que dejó a la región sin su suministro tradicional. "El italiano come la polenta blanca, nada más, así que me puse en campaña, conseguí las pequeñas maquinitas que hacen falta, sin saber nada, sin saber cómo se producía la polenta", recuerda Ricardo.
La polenta blanca se convirtió en un símbolo no solo de Colonia Caroya, sino también de Córdoba, y su demanda llegó incluso a Buenos Aires. Este producto se distingue por su suavidad y la capacidad de complementar diversas comidas sin invadir su sabor, asemejándose a un puré en su textura.
La familia D'Olivo también mantuvo la tradición de sembrar maíz blanco, a pesar de que su cultivo disminuyó considerablemente en la región, por su menor rendimiento en comparación al maíz amarillo.
Como en cada ocasión que nos encontremos, reiteramos la invitación a sumarte, a seguirnos, a ser parte de esta movida que involucra a todos los cordobeses, porque todos #somosutuco.