Desde la fundación de WhatsApp, en 2009, millones de personas en todo el mundo se valieron de esta herramienta tecnológica para comunicarse de forma más fluida con amigos, familiares y conocidos, sin importar la distancia ni el tiempo que los separara.
Con los años, la aplicación de mensajería instantánea para teléfonos inteligentes se convirtió en referente indiscutible y ganó terreno en el ámbito laboral. Es que su celeridad sedujo al mundo profesional, a la hora de hacer negocios o contactarse con colegas y clientes.
Sin embargo, su llegada, al igual que la de otros medios sociales, trajo aparejada la disolución de la frontera entre la vida personal y laboral, y lo público y lo privado. “El empleo tradicional, como lo concebimos antiguamente, entra en crisis y se definen nuevos parámetros”, explica Cecilia Pedro, profesora de Administración de Recursos Humanos en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) y socia de Audentis Consultores. “El lenguaje en las redes y la forma de vincularse en una organización cambiaron”, agrega.
Una encuesta reciente asegura que el 60% de los argentinos que trabaja en grandes empresas comparte información confidencial a través de WhatsApp. El sitio elmejortrato.com.ar, de comparación de productos financieros para particulares, indagó a más de 900 empleados para realizar el relevamiento. Y, aunque se buscan estrategias para contrarrestar esta situación, lo cierto es que resulta casi imposible evitar que se difundan mensajes que las empresas consideran relevantes.
El 62% de los encuestados reconoció que envió datos sensibles por WhatsApp. Asimismo, admitió que, si llegasen a manos de rivales, podrían afectar la competitividad de sus empresas. La mayoría de los entrevistados indicó que los grupos facilitan la comunicación interna y son “cómodos” para interactuar con los demás miembros de un equipo. Así, un 42% señaló que usa WhatsApp para avisar a compañeros o jefes del estado de una tarea o proyecto. Mientras tanto, un 56% manda actualizaciones o modificaciones de servicios y productos por medio de esta vía. Sólo el 2% usa la aplicación estrictamente para hacer videollamadas laborales.
“El riesgo de que se difunda información confidencial de una corporación existió siempre. La diferencia es que, con la diversidad de redes sociales a disposición de la gente, se aceleró su circulación. Hoy, es más fácil que se transmita con mayor rapidez. La consecuencia más directa: puede provocarse en cuestión de minutos una crisis que sea difícil y compleja de revertir”, sostiene Gonzalo Rossi, CEO de Whalecom, consultora especializada en procesos de cambio organizacional, con más de 10 años de presencia en la industria.
Según Rossi, las pautas sobre cómo manejarse quedan, muchas veces, a criterio del empleado, más que del lado del empleador. “No tiene tanto que ver con la postura que toma la compañía, sino con el compromiso que asume el personal. Desde Recursos Humanos, se pueden aplicar políticas internas. Igualmente, es imposible tener un control absoluto de los mensajes que se filtran. Cualquiera con acceso a un dispositivo móvil puede dar a conocer algo que la empresa no quiere que se sepa”, explica.
Entre las acciones que llevan adelante las empresas, está, por ejemplo, la firma de contratos de confidencialidad, donde se menciona la información que debe tratarse como tal y no puede divulgarse sin consentimiento explícito, como ocurre en AVON.
Geraldine Zolkwer, Compliance Counsel de Mercados Sur (la Argentina, Chile y Uruguay) de la firma de cosmética, cuenta que, en la compañía, hay un canal de “integridad” en el que pueden reportarse en forma anónima violaciones al código de conducta. “Nos permite tomar conocimiento de los hechos”, detalla. AVON también efectúa talleres para los ingresantes. “En ellos, reforzamos los valores de la compañía y hacemos hincapié en nuestro código de conducta”, comenta Zolkwer.
Los bancos también llevan adelante capacitaciones. Dos referentes de la industria local señalaron que el fin es concientizar sobre el resguardo de la información, dado que su confidencialidad es uno de sus principales activos. “En el mundo financiero, dedicado al análisis de riesgo y estimaciones de mercado, cuyo mayor valor es la información que vende, las políticas son muy estrictas. Por ejemplo, se trabaja aislado de los celulares y los datos se almacenan en servidores diferenciados con redes privadas. Esto impacta en el espacio físico y la infraestructura, en cómo se diseña la organización y su tecnología”, expresa Rossi.
Por otra parte, existen casos más extremos, en los que se prohíbe el uso de WhatsApp en teléfonos corporativos.
En consecuencia, hallar el equilibrio adecuado se convierte en un reto que afrontan tanto las empresas como los trabajadores, en la opinión de Pedro. ¿Qué información que se expone al compartir contenido? ¿Qué se puede y no se puede difundir? ¿Es WhatsApp un espacio propicio para enviar y recibir documentos de trabajo? Son algunos de los interrogantes que se plantean.
En este sentido, de acuerdo a Rossi, cambia el concepto de confidencialidad: “Deben establecerse reglas claras sobre lo que se entiende al respecto. Esto dependerá de qué considera importante una empresa para su negocio”. Para él, la clave está en generar engagement, mantener la motivación y seleccionar perfiles en línea con el core de la firma, para que el empleado sienta que su trabajo tiene sentido y se ponga la camiseta. “El castigo o el control no garantiza que no se escape información”, concluye.