2.500 personas ya aportaron (comprando un candado o varios) al proyecto Noke (viene de No Key, sin llave), un prototipo que promete fabricar en serie un candado que se abre por aproximación del celular, vía tecnología Bluetooth.
Es que los sistemas de financiamiento colectivo están produciendo una revolución en el proceso que antes demandaba diseñar un producto y comercializarlo exitosamente. Como sucede con muchas cosas ahora en Internet, se achican las cadenas de intermediación.
Una buena idea con un buen video que lo respalde (y su correspondiente viralización en redes) produce el efecto que antes podría llevar años y muchos fracasos.
Sitios como Kickstarter tienen decenas de miles de proyectos para financiar colectivamente: desde un práctico imán para “colgar” tu teléfono o tableta y liberar la manos a un sistema para llenar 100 bombuchas (sí, bombuchas de carnaval) al mismo tiempo.
¿Más? Un absorbedor de olores para tu auto, hecho con carbón de bambú que ratifica que las abuelas tenían razón: un trozo de este material todavía se puede ver en muchas heladeras.
La lista es inmensa
Además del candado Bluetooth, también compré otra cosa que no existe aún: Qwerkywriter un teclado retro que –si todo sale bien- llegará a nuestra oficina en Montevideo (para estas cosas no confío en Correo Argentino) el año próximo. Ah, eso sí: el débito en la tarjeta ya entró.
Es que apostar a estos proyectos es precisamente eso… ¡arriesgar! Los diseñadores y creadores ofrecen su producto a un precio diferencial pero todos los sitios se encargan de aclarar que no son responsable del éxito del proyecto.
Lo admito: compro cosas que no existen
(Por Íñigo Biain - @InigoBiain) Los sistemas de financiamiento colectivo de proyectos generan en mí un compulsión a comprar productos que aún no existen, como un candado Bluetooth que se abre con el celular o un teclado que promete recrear el viejo “feeling” de tipear en una máquina de escribir. Ojo, no soy el único…