Asistimos a un nuevo enfoque en el tratamiento de la discapacidad. Y el lenguaje refleja algo de ello. Actualmente no se habla de integrar, que pone el énfasis en el déficit de la persona con discapacidad, si no de incluir, eliminando las barreras sociales que lo impiden. No se trabaja con pacientes, si no con usuarios, que se sirven del sistema de salud. Y esas personas no padecen una patología, sino que tienen otras condiciones.
Así lo entienden al menos en Eclat, el flamante centro inaugurado en julio de 2022 en Oncativo que brinda servicios de apoyo a la inclusión escolar y atención a la salud mental.
El espacio cuenta con 18 profesionales de distintas áreas, que trabajan de manera interdisciplinaria. Son, en su mayoría, jóvenes de menos de 30 años.
“Promovemos la educación inclusiva como proceso para aprender a vivir con las diferencias de las personas. Lo que buscamos es que las personas con discapacidad se puedan manejar por sí solas”, dice Constanza Giraudo, psicopedagoga de Eclat.
El servicio está orientado a coordinar procesos de inclusión escolar de niños, adolescentes y jóvenes con necesidades educativas especiales en todos los niveles educativos.
Trabajan en el marco de la agenda internacional 2030 que, entre otras cosas, se propone erradicar las escuelas especiales. El nuevo modelo busca incluir socialmente a todas las personas.
Según explican desde Eclat, se está dejando atrás el modelo médico (que pone el énfasis en el déficit de la persona y en el que se piensa que el usuario debe rehabilitarse o curarse para volver a la sociedad). En cambio, el actual estándar busca involucrar a todas las personas, con sus capacidades diversas, en las instituciones existentes de la sociedad.
“Cada cerebro tiene su particularidad. Todos somos neurodiversos”, dice Fermin Galetto, arteterapeuta.
El fin último, dicen, es lograr el acceso y la inclusión de estas personas. “Para eso la sociedad debe buscar adaptarse a ellos”, proponen.
Escuela inclusiva
En Eclat creen que es posible la inclusión a la escuela común de las personas con discapacidad. “Es posible, pero hay que cambiar el enfoque. Es fundamental la implementación de planes pedagógicos individuales, brindando apoyo a los docentes y a las familias que acompañan el proceso”, dice Galetto. Y agrega: “Las bases del proceso son respeto, participación y convivencia”.
Según enumeran, algunas características para lograr la inclusión escolar son: apoyo pedagógico planeado, afecto, paciencia, respeto, formación profesional, conocimiento de las características de las necesidades específicas, estudio, seguimiento y trabajo colaborativo, entre otras particularidades.
Dicen que la escuela inclusiva no sólo reconoce, sino que también valora la heterogeneidad del alumnado. “El enfoque se centra más en las potencialidades de cada cual que en sus dificultades. Esto le suma miradas al mundo. Cada uno con su particularidad nos enriquece”, señalan.
“Otro factor clave es la implicación total de los padres y madres de familia en la educación de sus hijos. Y, también, la aceptación al proceso. Mientras antes se inicie, mejor”, apunta Giraudo.
En Argentina es necesario obtener el certificado de discapacidad para que las prepagas u obras sociales cubran el tratamiento. “A veces negar esa condición impide avanzar en el tratamiento. Es un proceso largo, pero mientras antes se pueda intervenir, mejor”, coinciden.
Barreras sociales
Aunque desde Eclat entienden que actualmente están en auge las políticas inclusivas, dicen que aún siguen existiendo muchas barreras sociales que impiden el acceso pleno a la sociedad de las personas con discapacidad.
Entre otras, enumeran el excesivo ruido de motos y autos en la vía pública, la música a gran volumen en bares o espacios públicos y barreras desde lo edilicio.
“Ante esto, muchas familias deciden que sus hijos casi no salgan a la calle”, dice Giraudo. Y añade: “La barrera se presenta cuando alguien cree que todos deben aprender de la misma forma”.
Se calcula que en Argentina el porcentaje social de personas con discapacidad es casi del 20 por ciento.