Un rasgo de esta dinámica fiscal es que se retroalimenta. En la medida que el gasto público crece más que los ingresos públicos fatalmente se genera más emisión monetaria que rápidamente potencia la inflación.
Si bien el aumento de precios permite “licuar” algunos gastos (especialmente jubilaciones y demás prestaciones sociales), no llega a compensar el incremento en subsidios económicos e intereses de deuda.
El otro rasgo notable es que la política fiscal termina siendo recesiva y regresiva. La producción se contrae por una presión impositiva asfixiante, trabas a las importaciones de insumos y bienes de capital, desaliento a las exportaciones, falta de infraestructura y malos servicios públicos. Esto genera caídas de empleos formales cuyos costos sociales se potencian debido a que el sector público sólo atina a moderar el crecimiento nominal del gasto en aquellos componentes asociados a la protección social.
El gasto público crece al 48% anual (ingresos al 44%): se duplica el déficit fiscal
Comparando datos del Ministerio de Economía del primer semestre del año 2014 con igual período del año anterior –muestra Idesa en su informe semanal- surge que el gasto público crece al 48% anual mientras que los ingresos a razón de un 44% anual. Esta diferencia produjo una más que duplicación del déficit fiscal. Pero no todo se expande igual:
· El gasto en jubilaciones creció un 32% y la inversión pública un 37%.
· El gasto en salarios de los empleados públicos creció un 41%.
· El gasto en subsidios económicos creció 78% y los intereses de deuda un 113%.
¿Y entonces, a dónde vamos? Leé más en nota completa.
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