El té es una infusión que, dependiendo de las fuentes, nació en China en el año 250 a.C. y desde entonces se extendió hacia el resto de las culturas llegando a convertirse es una bebida sobre la que se organizan reuniones y congregan para consumirla.
Lo cierto es que la clásica tetera de porcelana que guardaba la abuela en las alacenas evolucionó tanto en morfología como en materiales, camino que está tomando sin miedos el diseño de objetos.
Desde saquitos de té hasta sets de teteras y tacitas comienzan a formar parte de la vajilla de todos los días e imponen esta infusión como el nuevo café de todos los días. La vajilla, además, no sólo se renueva e incursiona en acrílico, vidrio o silicona, también se anima a agrandar sus proporciones para abrirse espacio hacia el consumo personal por sobre el grupal.
“Los infusores de té volvieron y con más diseño que nunca”, afirma convencido el diseñador industrial de Kubb Estudio Juan Belmonte y explica: “todo ahora tiene diseño y la gente comenzó a elegir las cosas no por funcionales solamente sino también por lindas”.
“La industria produjo saquitos de té descartables ya que las personas comenzaron a vivir más aceleradamente pero ahora todos quieren -y necesitan- tomarse un break con lo que los infusores y sets para la hora del té volvieron con fuerza y son la excusa perfecta para disfrutar de un momento de relax”, concluye.
La tetera es de porcelana (y sí se ve)
María Elena Walsh se preguntaba por qué no se mostraba la tetera de porcelana en su clásica canción infantil. Sin embargo, el diseño de objetos innovó tanto en morfología y materiales que el set de té (y los gadgets que facilitan su uso) se convirtió en la pieza protagonista de la vajilla.
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