Según el Ministerio de Hacienda, las tendencias en las finanzas públicas son las siguientes:
- En el 2016 el déficit total fue de 5,8 % del PBI, compuesto por 4,2 % del PBI de déficit primario y 1,6 % de pago de intereses.
- En el 2017 el déficit total subió al 6,0 % del PBI, dado que si bien el déficit primario bajó a 3,8 % del PBI, los intereses subieron al 2,2 % del PBI.
- Para el año 2020 se acordó con el FMI eliminar el déficit primario pero los intereses aumentarán al 2,3 % del PBI.
Estos datos muestran la inconsistencia del gradualismo. Como los ahorros en el gasto primario del Estado fueron modestos, terminaron siendo superados por el aumento de los intereses debido al mayor endeudamiento para financiar el déficit fiscal. Esto es lo que ocurrió en el 2017 y los primeros meses del corriente año, generando las turbulencias que obligaron al gobierno a acudir al FMI. Ahora los pagos de intereses quedarán en niveles muy altos por los próximos años.
Con esta precariedad fiscal, comprometerse a sanear y darle independencia al Banco Central tiene muchos riesgos. Vedada la alternativa de cubrir desequilibrios con emisión monetaria, tiene que haber una aceleración en el ordenamiento del Estado; caso contrario, el crecimiento de la deuda motorizará una nueva convulsión. Tanto porque el crecimiento en los intereses desestabiliza las finanzas públicas como porque se daña la producción a través de subas en la tasa de interés y el atraso cambiario. Queda así explicitada la falacia de que el gradualismo evita los costos sociales.
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