La solución al debate sobre el impacto ambiental que generan los agroquímicos podría estar en la misma naturaleza. Muchos microorganismos son eficientes y sirven como insecticidas, fertilizantes, fungicidas o herbicidas, por lo tanto, si se los identifica y caracteriza con precisión y se ponen a prueba pueden ser la materia prima para desarrollar productos biológicos para el sector agropecuario.
En eso trabaja el CeTBIO que recientemente firmó su segundo contrato de transferencia con la empresa cordobesa Facyt, que se dedica a la comercialización de bioinsumos.
En 2018 se transfirió la tecnología de producción más la cepa de un hongo del género Trichoderma con capacidad fungicida y fertilizante. El nuevo convenio es para el asesoramiento científico-técnico en la elaboración de inoculantes a partir de bacterias del género Bacilllus.
Estos microorganismos, llamados promotores del crecimiento, potencian el crecimiento de las plantas y hacen más eficiente la forma en que estas usan los recursos del suelo y del agua. También protegen a las plantas de organismos dañinos y las ayudan a sobreponerse ante situaciones ambientales desfavorables.
Hace 10 años que Facyt trabaja junto a investigadores e investigadoras de la FCA para potenciar las capacidades de la articulación público-privada.
El trabajo empieza en los laboratorios y en los campos de donde se extraen muestras. “Todo arranca en la ciencia básica con investigaciones. Luego hacemos prospección de suelos, estudiamos la biología de la tierra y ponemos atención a lo que dice la bibliografía sobre el tema”, explica Alejandro Pérez, director del CeTBIO.
Los cultivos se realizan en los laboratorios y se obtienen colonias de hongos y bacterias. De eso se obtiene una célula o individuo de estas colonias y se aísla a los microorganismos para luego estudiarlos.
Con el paso de los años, en Ciencias Agropecuarias de la UNC crearon un banco de cepas de hongos y bacterias de interés agropecuario. Antes de elegir el organismo indicado, se realizan múltiples pruebas. “Hay que medir la estabilidad de la cepa de acuerdo al tipo de ambiente en el que se va a utilizar”, aclara Pérez.
El vínculo entre el Centro de Transferencia de Bioinsumos de la Facultad de Ciencias Agropecuarias y la empresa Facyt es el más productivo hasta ahora para el equipo de investigación y docencia de la UNC.
Según indica Pérez cuentan con un abanico de especies en el banco para el desarrollo de insumos biológicos. La línea de investigación que impulsó CeTBIO en 2008 fue Trichoderma, que permitió elaborar insumos y transferirlos a dos empresas de Córdoba.
Otra de las ventajas de los insumos biológicos es que se pueden aplicar a distintos tipos de cultivos. “La selección de microorganismos que hacemos para una plaga específica se aplica en todo tipo de cultivo. Cuando se detecta que es estable, se usa por lo general con cierta transversalidad en los cultivos”, amplía el director.
Hace algunos años recibieron 250 mil dólares de parte de la compañía para el desarrollo de los productos a base del hongo Trichoderma. Este fondo fue destinado a instalaciones, equipamiento, salarios y becas para investigación. Ahora se espera otra suma similar para invertir en el estudio de bacterias, cuyo proyecto lidera Ezequiel Bigatton, ingeniero agrónomo, junto al equipo de la cátedra de Microbiología Agrícola de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC.