Es innegable: el uso del “todes” y sus derivados genera molestia y controversia al punto tal que hay verdaderas peleas por este tema. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué, de pronto, tanta pulcritud con el lenguaje cuando no somos tan puntillosos a la hora de usar anglicismos (delivery) y neologismos (mutear) a destajo?
La respuesta es un cross a la mandíbula: el lenguaje inclusivo molesta porque se trata de una lucha política por la igualdad de género. “Es una intervención en el discurso público que busca que se tome conciencia sobre una injusticia en la sociedad, por eso aquellos que no quieren que las cosas cambien, se enojan”, resume con simpleza Santiago Kalinowski, licenciado y profesor en Letras y director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras. (*)
“Muchas personas argumentan que no por cambiar la lengua va a cambiar el mundo”, reflexiona, “pero lo cierto es que toda lucha política (desde la Revolución de Mayo al Peronismo, por dar dos ejemplos) tiene rasgos discursivos propios que buscan cambiar cosas en la sociedad. Además, el lenguaje inclusivo no viene a cambiar la gramática sino lo social y es más, si se convirtiera en gramática y la desigualdad siguiera, sería un fracaso”.
Más allá de cuestiones gramaticales, los detractores del lenguaje inclusivo sostienen que la verdadera inclusión es que haya Braile y lenguaje de señas en todos lados. “No me parece apropiado descalificar la búsqueda de la igualdad de género argumentando que lo verdaderamente inclusivo tiene que ver con alguna discapacidad porque una inclusión no cancela la otra”, enfatiza el especialista.
Ahora bien, ¿cómo repercute todo esto en el mundo empresarial? Dejando el prejuicio y los gustos personales de lado, quizás el lenguaje inclusivo puede ser una herramienta comunicacional para cambiar la imagen de una empresa, acercarse a un nuevo público de potenciales clientes y hasta crear una nueva línea de servicios o productos. La clave, por supuesto, es saber utilizarlo sin olvidar el andamiaje político y social que tiene incorporado.
“El español no tiene sentimientos”, responde Kalinowski ante la aseveración de que el lenguaje inclusivo es una falta de respeto a nuestro idioma. “La lengua no es una cosa sagrada que no se puede tocar sino una herramienta para la evolución humana y vive en nuestras mentes, no en una biblioteca”.
¿Y cuando son las mismas mujeres quienes se quejan diciendo que la igualdad no es usar una “e” sino que les paguen lo mismo que a un hombre? ¿Qué se responde? “Que la ´e´ no es un objetivo en sí mismo sino un recurso retórico para contribuir a un cambio social que es la igualdad para hombres, mujeres, personas trans y todos los colectivos minoritarios”, detalla Kalinowski. “Y la igualdad, justamente, incluye la igualdad de remuneraciones”.
*Las declaraciones del entrevistado son opiniones personales y no expresan la postura institucional de la Academia Argentina de Letras.