Andares es un centro de equinoterapia donde se asiste a niños y adultos con distintas discapacidades y patologías, no solo motrices y escuela de equitación campera basada en monta clásica criolla para niños a partir de los tres años. Actualmente las cinco fundadoras y quince docentes llevan adelante el trabajo de ambas actividades.
Andares fue fundado por iniciativa de Valeria Porte (Profesora de música), Yamile Giglio (Psicóloga) Fernanda Meinero (Arquitecta/encargada ecuestre), Pilar Martínez (Psicomotricista) y Viviana Toso (kinesióloga y fisioterapeuta).
Fue el sueño que confluyó entre estas profesionales y la responsabilidad social de la empresa NAG Argentina propiedad de Emiliano Senderowicz y Agustín Gaido, “ellos tenían el deseo de destinar los espacios naturales del predio a un institución social”, explica Porte, quien reconoce que todo se fue dando en forma paralela.
“Comenzamos con algunos caballos de Fernanda Mainero que es la especialista ecuestre, luego sumamos un pensionado de caballos para atraer a la escuela de equitación a alumnos que tuviesen su propio animal, y así fuimos sumando los servicios”, agrega la profesional.
La pasión por los caballos, la profesión de cada una de estas socias fundadoras, y el apoyo empresarial necesario para el funcionamiento han hecho de este espacio el predilecto en el norte cordobés.
Funciona en el predio de la empresa Nag Argentina en la Ruta N9 km 757, allí a diario niños desde los tres años se forman en equitación campera. Una actividad que crece en demanda en forma permanente.
La equinoterapia por su lado, es la otra actividad central de Andares, donde niños y adultos con diferentes discapacidades encuentran en el entorno, los caballos y las profesionales, la terapia ideal para mejorar su condición.
La equinoterapia consiste en un tratamiento complementario e integral, indicado para quienes padezcan trastornos psicológicos, psiquiátricos, sensoriales y conductuales (estrés, depresión, fobias, adicciones, desórdenes alimentarios), gracias a su gran evolución en las últimas décadas.
“Al principio todo fue muy voluntario, nadie cobraba sueldo, muchos profesionales que se fueron sumando inclusive donaron su tiempo”, nos cuenta Valeria quien no olvida agradecer al grupo empresarial que las alberga y pagó muchas becas para que, especialmente niños, pudieran asistir a la equinoterapia.
Porte aclara que aún las mutuales no contemplan el pago de este tipo de terapias es por eso que se hace muy difícil para muchas familias enfrentar los costos “para ellos creamos un sistema al que denominamos “Padrinazgo andariego”, donde empresas y personas físicas pueden hacer un aporte voluntario para sostener el tratamiento de los pacientes”.
La convocatoria a sumarse siempre está abierta ya que hay una veintena de niños que están en condiciones de ser asistidos pero carecen de los recursos necesarios. “Todo el tiempo se generan acciones, se buscan los fondos con rifas, eventos, el año pasado hicimos una gran peña donde muchas empresas colaboraron”, nos cuenta.
Curar con caballos es posible
Lo aseguran las profesionales que asisten y lo notan las familias beneficiarias, el caballo y su naturaleza sociable, genera un vínculo único que lo demuestran los pacientes.
No es lo mismo ver a un niño entrar a terapia a un consultorio que observarlos llegar a un paisaje al aire libre donde las sonrisas y la alegría se hacen presentes.
El animal, los profesionales y el paciente crean una relación directa que supera barreras y ayuda a fortalecer su proceso de recuperación.
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