Desde el comienzo de este año, Argentina redujo al mínimo el consumo de gasoil y fuel oil para la generación termoeléctrica.
Estos son dos de los combustibles líquidos más caros y contaminantes, por lo que el beneficio es doble: por un lado, se sustituyeron importaciones con energía local y se bajó al mínimo el déficit comercial energético; por el otro, se emite menor cantidad de gases de efecto invernadero, que contribuyen al cambio climático.
Según los datos que publicó la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Cammesa), que reúne mes a mes registros del sector, el consumo de gasoil en las centrales térmicas promedió en el último año móvil -octubre 2018 a septiembre 2019- 30 mil metros cúbicos (m3), un 61% menos que entre octubre 2017 y septiembre 2018.
Asimismo, la demanda de fuel oil en estas plantas disminuyó un 72% en el último año móvil a 15 mil toneladas.
A la vez, el consumo de carbón mineral se retrajo 75,5% a 15 mil toneladas y el de gas natural, el combustible más significativo en la matriz eléctrica (62% del total), bajó 7,1% en el año móvil.
Utilidad
El gasoil y el fuel oil son sustitutos del gas en las turbinas de las centrales térmicas. En años anteriores, cuando empezó a faltar gas en invierno -a partir de una crisis fenomenal en 2007-, comenzaron las compras a Bolivia, las importaciones de barcos con Gas Natural Licuado (GNL) y se utilizaron ingentes cantidades de combustibles líquidos para generar electricidad, en ese orden.
Incluso, entre 2016 y 2018 se importó gas desde Chile (un país que no produce el fluido pero que lo compraba como GNL en el Océano Pacífico) para sustituir gasoil y fuel oil, que son más caros.
El fuel oil se consiguió en este período invernal (que empezó en mayo y finaliza este mes) a u$s 11,8 por millón de BTU (MMBTU) y el gasoil a u$s 15,5.
Entre noviembre y abril de 2020, en el Gobierno creen que sus precios rondarán los u$s 10 y los u$s 14,3 /MMBTU, respectivamente. El último barco de GNL, en cambio, entró en el puerto de Escobar a u$s 4,25 /MMBTU.
Un registro de la Secretaría de Energía muestra que el uso de combustibles líquidos y carbón para generación eléctrica disminuyó un 90% en apenas cuatro años.
La curva de consumo creció desde el equivalente a 4,9 millones de metros cúbicos por día (MMm3/d) en 2005 hasta los 17,8 MMm3/d en 2015.
A partir de que asumió este Gobierno, hubo un descenso todos los años: terminó en 5,4 MMm3/d el año pasado y estiman que finalizará 2019 en 1,7 MMm3/d, apenas un décimo que en 2015.
Esto influyó, a la vez, a que el déficit comercial energético cierre este año en poco menos de u$s 300 millones, según pronostican oficialmente. Cuatro años atrás era de u$s 4700 millones, y en 2018 fue de u$s 2300 millones.
Las razones
Los motivos de este movimiento son múltiples. En este sentido, la mayor producción de gas natural, que creció en agosto casi un 8% interanual hasta los 144,5 MMm3/d gracias a la formación de hidrocarburos no convencionales Vaca Muerta es la principal razón, pero no la única.
Al mismo tiempo, la demanda de gas cayó en los primeros siete meses del año un 7%. La disminución se originó tanto en el segmento de los usuarios residenciales (hogares) como en las centrales eléctricas y las industrias por un combo de factores: temperaturas mayores a la media, aumento de las tarifas con incentivo a la eficiencia energética y recesión.
De igual forma, el ingreso de energías renovables al sistema, con prioridad de despacho, reconfiguró el escenario.
A septiembre, las renovables, con preponderancia de la energía eólica, representaron el 6% de la matriz eléctrica, y en el Gobierno confían en que el 31 de diciembre cumplirán el objetivo del 12%, con un promedio anual cercano al 9%.
Con precios competitivos comparados al de los ciclos combinados de centrales térmicas, entre los u$s 50 y los u$s 55 por megavatio-hora (MWh) en promedio, las renovables desplazaron consumo de gas e importaciones de GNL, gasoil y fuel oil.
Lo que representa un alivio para la balanza comercial del país y un ahorro vital de dólares, también es una preocupación para las petroleras, que no pueden colocar su producto y tienen que cerrar la inyección de sus pozos.
Por caso, en el primer semestre de 2019 YPF, la mayor productora, bajó en un 14,6% su producción interanual de gas, con 6,5 MMm3/d menos que entre enero-junio 2018 (37,4 contra 43,9 MMm3/d).
Esta fue una de las principales explicaciones por las que su balance arrojó pérdidas por $ 10.480 millones en los primeros seis meses del año.
La existencia de amplios recursos energéticos en Argentina, como Vaca Muerta (segunda mayor formación de gas no convencional en el mundo) y las renovables, donde Argentina tiene los mejores vientos -en algunos casos, el factor de capacidad supera el 60%, mientras en Europa ronda el 30%- y una de las mayores radiaciones solares del mundo es un tema de discusión en el sector.
Sebastián Kind, subsecretario de Energías Renovables y Eficiencia Energética, señaló meses atrás que Vaca Muerta y las renovables no compiten sino que se complementan.
Para Kind, el ingreso de parques eólicos, centrales fotovoltaicas y otros proyectos menores ayudará a que el sistema eléctrico nacional esté abastecido por esos recursos, mientras que quedará más gas para exportar.
La euforia no es compartida por todos. En el kirchnerismo, cercano a volver al Gobierno a partir del 10 de diciembre, si se repitiera el próximo domingo el resultado de las elecciones PASO, consideran que el menor consumo de gas se traduce en mayor pobreza energética.
En ese sentido, la propuesta de desdolarizar y congelar las tarifas llevaría en el corto plazo a recomponer los bolsillos de la clase media y retomar la senda del crecimiento de la industria, lo que implicará más consumo de gas y, probablemente, más importaciones.
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