Alfredo Pott, un empresario pesquero que formó parte del grupo Pérez Companc, volvió a Argentina luego de un viaje a Japón con una idea latente: traer la receta del surimi a nuestro país y elaborarla nacionalmente, siendo así, pionero en América del Sur en distribuir este producto milenario japonés.
Todo se resume a un momento clave para Alfredo que, con un barco alquilado (con compromiso de venta) y pocos empleados, descubrieron un recurso de langostinos en el sur, en la zona de Comodoro Rivadavia y que implicaría concretar la exportación a Japón. “Hasta ese momento se pescaba solamente en Mar del Plata, en la época del ‘70 no había exportación, era solo mercado interno. La exportación fue después con la llegada de barcos congeladores que soportaban hasta 60 días navegando. Desarrollamos el mercado en Japón y eso nos llevó a tener una presencia importante; en uno de tantos viajes conocí una planta de kanikama y me pareció muy interesante el proceso, la calidad del producto y una serie de atributos. Luego de negociaciones logramos conseguir la tecnología, maquinaria y todo lo que necesitábamos para instalar una planta en Argentina, precisamente en Puerto Deseado”, comenta Alfredo Pott a InfoNegocios.
Así fue que en 1980, el empresario abrió su propia firma “Pesel” (Pesquera Santa Elena) con sede y fábrica en Puerto Deseado, Santa Cruz. La planta fue inaugurada por el mismísimo Raúl Alfonsín. Uno de los motivos por el cual decidieron instalarse en esa ubicación era la proximidad con las mejores especies de merluzas australes. Allí mismo se le dio salida al primer camión con destino a São Paulo, Brasil, con kanikama, que ya integraba el protocolo alimenticio de lo que fue después el Mercosur. “Esta fue la primera planta fuera de Japón en el mundo. Además, el producto se conocía en España, ya que lo importaban, así que ahí logramos tener otro nicho de mercado”, agrega Alfredo .
En el mercado local fue creciendo de a poco hasta lograr imponerse y dio inicio a lo que se convertiría años más tarde en la marca registrada “Kani Kama”, adoptada por el público consumidor con ese nombre genérico y que muchos fabricantes buscarían imitar el modelo de negocio.
¿Pero qué es el Kani Kama?
Kani proviene de cangrejo y Kama de Kamaboco, un puré de pescado. Es, en realidad, el surimi (músculo de pescado picado), una preparación de proteína de pescado libre de grasas. Pott aprendió la receta en Japón y decidió elaborarla en nuestro país, para que los argentinos puedan disfrutar de este delicioso producto.
La firma Pesel envía sus buques para la pesca de langostinos y merluza de cola, lo desgrasan, y lo convierten en surimi (debido a que el pescado no puede pasar una mayor exposición a 5 horas fuera del agua) y luego este pasa a la planta santacruceña para darle el proceso final, empaquetado y distribución.
@marcas_argentinas La birome, el colectivo, el alfajor... Y EL KANI KAMA.
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“La calidad de nuestro producto es el diferencial, trabajamos detalladamente para obtener lo mejor del pescado”, indica Carlos Pott, gerente de Operaciones Comerciales de exportación de la firma, a InfoNegocios.
El Kani Kama se comercializa en tres presentaciones: tradicional, ahumado, especial para ensaladas y patagónico. Su contenido son palitos de pescado congelados con sabor a centolla (un tipo de crustáceo que vive en aguas templado-frías y de ahí, en parte, se desprende su nombre y color). El precio de venta al público varía según el peso, ronda entre los $ 2. 000 y $ 4.000.
El público argentino adoptó rápido este producto por su sabor y diversidad para preparaciones de comida, además de ser rico en proteínas y vitaminas. La distribución en el mercado local se empezó a realizar en grandes y reconocidas cadenas de supermercado a otras provincias y la exportación no tardó en llegar, generando puentes con Brasil, Perú y Bolivia. “Actualmente estamos en alrededor de 550 kg de exportación anuales, y trabajando para llegar a nuevos mercados”, agrega Carlos.
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