Alcanzar la equidad de género constituye uno de los principales retos a nivel mundial. Tan es así que “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas” es el quinto de los diecisiete
Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por la ONU en 2015. Muchos son los obstáculos que aún debemos enfrentar para alcanzar un trato igualitario que nos permita el desarrollo pleno de nuestra persona.
Los avances en el acceso a la educación formal por parte de las mujeres en los últimos años, así como el acceso a la información, han permitido formarnos potenciando las posibilidades de lograr autonomía económica y laboral. En Argentina, el 60% de las mujeres jóvenes tienen el secundario completo, por encima del 54% que se observa en la población masculina. Sin embargo, esta ventaja educativa no es suficiente para efectivizar nuestra autonomía. Aún debemos trabajar en sancionar marcos jurídicos adecuados que, a través de tratos igualitarios entre varones y mujeres, hagan desaparecer o por lo menos disminuir las diferencias que impone la propia naturaleza del género por el hecho más hermoso de que las mujeres podemos ser madres.
Luchamos por alcanzar trabajo digno para todas, eliminar la brecha salarial entre varones y mujeres (actualmente de 27%) y sobre todo potenciar las oportunidades de aquellas mujeres emprendedoras que tienen un proyecto para gestionar. En lo laboral, las mujeres debemos recorrer un “laberinto de cristal” que inicia cuando nos proyectamos ante una magnífica idea y finaliza en alcanzar el éxito. Sin embargo esto contiene una particularidad. En el caminar de ese laberinto hallamos más obstáculos y vías alternativas que en el clásico laberinto por el que transitan los varones. El principal impedimento es la misma estructura y material del laberinto el cual cuenta con paredes trasparentes que permiten observar las peripecias y fracasos de otras mujeres que aspiran, como nosotras, a ese liderazgo laboral. El miedo de caminar el laberinto al observar a las demás, se incrementa con nuestros propios miedos e indecisiones pues existen roles estereotipados en donde se delega automáticamente actividades domésticas y reproductivas a las mujeres y las actividades productivas a los varones.
Sumado a estas cuestiones motivacionales, existen impedimentos externos a las voluntades propias de las potenciales emprendedoras. Esto está relacionado con el asimétrico acceso que tienen las mujeres al financiamiento a créditos y al tiempo físico de gestión para ejecutar los proyectos. Para que las mujeres se animen a ser emprendedoras se requiere de incentivos estratégicos multi-dimensionales.
En esta línea, la iniciativa de Salas Cuna de la Provincia de Córdoba, otorga el derecho a más de ocho mil madres a hacer uso de más tiempo para sus propios sueños y deseos. La Fundación Banco de la Provincia Córdoba trabaja de manera articulada con organizaciones sociales y con instituciones de la Provincia para apoyar a las madres y mujeres en la concreción de actividades productivas, promoviendo su independencia y crecimiento personal. Sólo desde el año 2016 a la fecha, la Fundación ha entregado más de 1200 créditos, de los cuáles más de la mitad han sido para mujeres emprendedoras y por un monto promedio de $ 40 mil por crédito. La morosidad de estos créditos otorgados a mujeres es mucho menor a la de los varones lo que demuestra cuán responsables pueden ser ellas a la hora de cumplir con sus compromisos y a pesar de las dificultades que le impone un mundo estructuralmente masculino.
Aunque vivimos en un mundo desigual e injusto, debemos seguir trabajando por el reconocimiento de nuestros derechos y exigiendo que la igualdad de género avance en lo cultural y normativo. Ya se ha demostrado en reiteradas veces que empoderar a las mujeres tiene un efecto multiplicador sobre la sociedad pues promueve el desarrollo económico y mejora la calidad de vida de las familias. Es en esto que debemos aunar fuerzas para asegurar el derechos de todos y todas.
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