Madagascar (África)
(Especial El Galeón) Esta isla africana es un país desconocido, alejado, misterioso. Un paraíso de la flora y de la fauna donde los famosos árboles “baobabs” son los reyes del lugar.
Cuenta una leyenda de Madagascar que, después de que Dios creó el mundo, llamó a una reunión de todos los animales y las plantas. El baobab era el árbol más bonito de todos. Un ejemplar muy respetado que producía admiración entre sus pares y en los animales y la gente. Era muy corpulento, erguido y majestuoso. Sus flores; sus frutos; su corteza cilíndrica, lisa y gris; y sus hojas constituían lo más atrayente que existía sobre la faz de la Tierra. Cuando Dios terminó su obra y llamó a todos los animales y plantas a una reunión, el baobab, muy presumido de su belleza, llegó al último. Entonces Dios, enojado, lo castigó para siempre: lo plantó al revés, transformando sus bellas ramas y sus flores enterradas bajo la tierra, y sus raíces salieron al exterior ocupando la copa. Por esta razón, hoy el baobab se parece más a unas angostas raíces que buscan el cielo que a un árbol como los demás.
La isla roja
A medida que avanzaba por un camino seco y polvoriento hacia el suroeste de Madagascar (la “isla roja”) el paisaje se iba volviendo más seco y abierto, hasta convertirse en sabana. En esa alfombra de hierbas y pastos amarillentos pronto comenzaron a aparecer unos arbolitos que rompían la monotonía del horizonte: los baobabs. Con el correr de los kilómetros, éstos se harían cada vez más grandes, hasta que en Morofandilia tomarían alturas de más de 50 metros, manifestando la fuerza de su naturaleza milenaria.
Cuando finalmente caminaba por la celebérrima avenida de los Baobabs, me puse a dar gritos de alegría. Por fin había llegado a uno de esos lugares soñados por los biólogos y los amantes de la naturaleza del mundo entero. Estaba casi pegado a la costa occidental de la isla, sobre el canal de Mozambique, en el lugar donde se elevan los mayores baobabs del mundo (Adansonia grandideri). Y no solamente eso sino que además había llegado al atardecer, cuando los árboles, bañados por la luz de la luna anaranjada y llena, mostraban figuras misteriosas y formaban inquietantes siluetas y sombras en esta isla ubicada al sudeste del continente africano, en el océano Indico y al frente de Mozambique.
Enseguida, los niños de la aldea salieron a curiosear y saludarme, mientras jugaban tomándose de las manos alrededor de los gigantescos ejemplares. Algunos de ellos hablaban un francés tan perfecto que, si cerraba los ojos, podía imaginar que estaba en París. En efecto, algunos ejemplares de baobabs llegan a tener más de 12 metros de circunferencia y pueden medir hasta 50 metros de alto. Sobrecoge pensar que algunos están allí desde hace más de tres mil años y que pueden almacenar hasta ¡100 mil litros de agua!
Humo espiritual
En la aldea de Morofandilia los pollos, cebúes, cerdos y patos son consumidos habitualmente por sus habitantes y se los cría como una verdadera “caja de ahorros” en caso de tener que comprar medicinas o ante casamientos y emergencias. “Vendo unos animales y con los francos malgaches obtenidos, puedo salir adelante”, me explicó con naturalidad una joven de vivos colores que tenía su cara pintada de amarillo.
En tanto, las rojizas viviendas, del color de la tierra misma, se orientan en dirección este-oeste para recibir así mejor toda la bendición de Dios, los rayos del sol. De allí que al atardecer, los colores parecen más chillones aún. Cuando ingresé a una casa, todo estaba cubierto de humo y me dije “Claro, es para alejar a los mosquitos”. Enseguida, un joven corrigió mis pensamientos: “Nuestras viviendas no tienen chimeneas porque los buenos espíritus se van a través del humo y si no dejamos salir el humo del fuego, los espíritus se quedan dentro de la casa”.
Parque Nacional Isalo
Aquí, hace cientos de años, un rey mandó a esconder todos sus tesoros dentro de estas montañas para protegerlos de los piratas portugueses. El rey envió a sus soldados con el cargamento desde Tana. Cuando, pasado el peligro, él preguntó a sus soldados donde habían puesto sus tesoros, éstos contestaron: “En las montañas salorana de Isalo están protegidos”.
El trekking en el Parque Nacional Isalo constituyó uno de los mejores momentos de mi viaje. Ese es el territorio del pueblo Bara. Allí las montañas forman un inmenso grupo pétreo que divide la tierra, levantándose escarpadas, encerrando en su seno valles llenos de árboles, torrentes, pequeños lagos y muchas leyendas. Dicen que los espíritus habitan en el bosque. Y cuando algunos rayos de sol logran romper esa maraña de verdes, todo se llena de colores.
Detenido en la catedral de la naturaleza, en silencio, comencé a mirar rama por rama, hasta que divisé por fin a los esquivos lémures, uno de los animalitos más simpáticos y extraños del mundo, saltando de rama en rama y retorciéndolas. La agilidad y precisión de cada uno de sus movimientos me sorprendieron.
Una isla, un país
Madagascar es una isla grande en todos los aspectos. País desconocido, alejado, misterioso, constituye un paraíso de la flora y la fauna con especies únicas en el mundo. Un lugar que se encuentra alejado de las rutas turísticas por lo que todavía hoy guarda parte de esa magia de los primeros tiempos que caracteriza a gran parte de África. Aunque a decir verdad, en este rincón el aire africano está bastante sazonado con los vientos asiáticos de muchos de sus habitantes, provenientes de las lejanas islas de Indonesia y Malasia, que llegaron hace más de mil años y se asentaron especialmente en la meseta central. Luego vendrían los blancos, esos que ellos llaman vazaha.
A su vez, Madagascar se distingue por contar con el mayor endemismo biogeográfico del mundo, donde la flora y la fauna únicas se originaron por el aislamiento de la isla en los últimos millones de años. Muchas de sus especies tienen más relación con la India que con África debido a la unión que existía en aquel primigenio territorio de Gondwana cuando la deriva continental no había separado aún los continentes. Por eso faltan en la isla los grandes mamíferos tan propios de Africa, aunque los baobabs los reemplazan con creces, como lo demuestran estas palabras del poeta: El sol lanza sus rayos perpendiculares sobre la tierra. / Los viajeros, fatigados de su trabajosa jornada, / reposan a la orilla del río, a cuya fuente se aproximan. / Un baobab corpulento y magnífico les presta su sombra, / capaz de cubrir a una tribu de guerreros. “El caudillo de las manos rojas”, Gustavo Bécquer.
DATOS ÚTILES
La mejor época para ir: El clima de la isla es tropical, caluroso y húmedo, aunque la topografía atenúa las temperaturas. La temporada más adecuada para desplazarse por Madagascar abarca de abril a octubre (invierno). En las altas tierras centrales es agradable todo el año. Las temperaturas promedio en las zonas costeras oscilan entre 25 y 30ºC. En la meseta interior disminuyen considerablemente, en especial durante la noche.
Requisitos migratorios (desde Argentina): Pasaporte en regla con al menos seis meses de vigencia y un visado que se puede obtener directamente en el aeropuerto, al arribar al país.
Paseos: En el centro de la capital, Antananarivo, los mercados callejeros permanentes, como el de Zoma, son recomendables. En el interior, parques nacionales como el Parque Botánico y Zoológico de Tsimbazaza, la Reserva Natural Integral de Tsingy de Bemaraha y el Parque Nacional de Isalo resultan ideales para visitar.
Compras: Lamba (los cuadrados tradicionales de tela en varios planos y los materiales tejidos); marquetería del zafimaniny que se aplica al mobiliario, tableros de ajedrez y cajas; trabajos en plata como mahafaly; cruza y pulseras del vangavanga; joyería de piedras preciosas; artículos tejidos de cañas y paja; el papel del antemore con flores secas y bordado.
Comidas: La cocina está basada en el arroz con una preparación de salsas, carne y verduras sazonadas. Los platos incluyen ro (una mezcla de hierbas y hojas con arroz). Las bebidas: litchel (un aperitivo hecho del litchis), betsa (alcohol fermentado) y gasy del toaka (destilado de azúcar de arroz).
CONSEJOS Y CURIOSIDADES
-Se habla francés y malgache.
-El país está siete horas adelantado con respecto a la Argentina.
-Los controles policiales abundan. Sin embargo, en la capital hay que tener especial cuidado con los carteristas en los mercados y en los lugares oscuros.
-Los compradores deben asegurarse que obtienen, al adquirir artículos nacionales, un certificado ya que no se pueden sacar artesanías ilegalmente. Es penado con severidad el tráfico de flora y fauna locales.
CONTACTOS
Código de área telefónico: 00261.
Hospital: Antananarivo: 15 rue J.J. Rabearivelo, Antsahavola. Tel. 2022-26862.
Policía: Tels. 17 ó 22-227-35.
Internet: www.madagascar-tourisme.com (inglés y francés).
Tu opinión enriquece este artículo: