Me acuerdo muy bien del viernes 7 de julio de 1995. Ese día me casé con Roxana Acotto (el intendente Rubén Américo Martí ofició de autoridad civil) y los periodistas colegas que venían a nuestra modesta fiesta casera (empanadas y vino en Apolinario Rivas 1315) se demoraron en el cierre de La Voz del Interior porque el gobernador Eduardo César Angeloz (que transitaba su tercer y amañado mandato) renunciaba justo esa noche en medio de una revuelta callejera.
La tormenta imperfecta que se llevaba la gloria de Angeloz combinó el Efecto Tequila (siempre magnificado como causa) y un ingrediente potente y poco reconocido: Menem y Cavallo estaban ahogando a la provincia con el objetivo de obligarla a aceptar la política económica oficial.
Angeloz era todavía en 1995 el patrón de la política cordobesa, sitial conquistado en 1983 cuando las “3 boletas 3” de la UCR (Alfonsín, Angeloz, Mestre) lo pusieron bien por arriba de Bercovich Rodríguez en la pulseada por la gobernación.
Con el peine de la experiencia (que conseguís cuando te quedás pelado, según Ringo Bonavena), Angeloz admitió que fue un error ir por su tercer mandato, una candidatura amañada legalmente tras la reforma constitucional provincial de 1987 que permitió su segundo período, luego considerado el primero que lo “habilitaba” a este segundo-tercer mandato entre 1991 y 1995.
Pocos meses antes de la revuelta callejera que terminó con su renuncia, en diciembre de 1994, recuerdo haber entrevistado a Jorge Caminotti, ministro de Economía de la provincia de Córdoba, que estaba dejando todo encaminado para el pago de sueldos y aguinaldos antes de irse de vacaciones.
Cordial y campechano (un bon vivant del Cerro de las Rosas), Caminotti no supo dimensionar en esas navidades de 1994 el impacto que iba a tener en las finanzas provinciales la crisis económica en México. Conocida inmediatamente como “Efecto Tequila”, el incipiente entramado de finanzas globalizadas generó un contagio a las economías más vulnerables. La Convertibilidad de Menem - Cavallo aguantó a pie firme el remezón, pero las desordenadas finanzas provinciales entraron en crisis.
(Paréntesis: en los años sucesivos, al Efecto Tequila le siguieron -en la creatividad de los titulares de los diarios- el Efecto Dragón también en 1995 (sudeste asiático), el Efecto Vodka de 1998 (en Rusia, obviamente) y finalmente el Efecto Caipirinha de 1999 y la devaluación de Brasil que encorsetó la convertibilidad de Cavallo y terminó en la crisis del “que se vayan todos” de 2001-2002).
Rivales en las elecciones de 1989, Menem y Angeloz (ambos formados en la UNC) alternaban los buenos y malos tratos propios de la política pero fue Domingo Cavallo quien dio el empujón final al caudillo nacido en Río Tercero: “Entrego mi cabeza porque no estoy dispuesto a presentarme de rodillas ante ningún tecnócrata mesiánico. ¡Solo ante Dios me arrodillo!”, dijo el Pocho en su renuncia y allí empezaría una peregrinación en la decadencia política que lo hizo atravesar un juicio del que salió medianamente honroso.
Angeloz - Llaryora
Al igual que Angeloz, Martín Llaryora es hombre del interior del interior (San Francisco en este caso) y también más afecto a las órdenes que a las consultas. En ese trato vehemente de “patrón de estancia” el actual gobernador coincide con sus antecesores radicales Angeloz y Ramón Bautista Mestre, mientras que De la Sota (forjado su carácter en la derrota) y Schiaretti (apacible y campechano también) cultivaron más la “rosca” y la articulación.
No es el caso de Llaryora, que gusta más del grito y el reto que de la persuasión. Son famosos sus audios “cagando a pedos” a la tropa propia cuando Luis Juez se le acercaba en las encuestas previas a la última elección provincial; su invocación despectiva a los “pituquitos de Recoleta” tomó alcance nacional la noche del triunfo (más ajustado de lo esperado) que lo llevó a la gobernación de Córdoba.
Así como Angeloz asumía que era la siguiente página en el libro radical tras el potente capítulo que escribió Raúl Alfonsín, Martín Llaryora jubiló públicamente a Juan Schiaretti en el mismo escenario que compartían aquella noche victoriosa.
“Hay una generación que se retira y otra que ingresa, por eso no hay más 24 años (de gobierno)", dijo el actual gobernador con el hoy exgobernador a su lado. Seguramente pretendía en esa alocución marcar que no solo es la siguiente página del cordobesismo, sino un nuevo capítulo de un partido provincial que -en la mirada de Llaryora- lo puede catapultar hasta donde Schiaretti no supo, no pudo o no quiso llegar: Balcarce 50.
Angeloz y Schiaretti comparten ese destino trunco: como gobernadores de Córdoba compitieron por la presidencia de la nación pero uno no pudo contra la mala gestión de su propio partido (la hiperinflación de Alfonsín) y el otro -quizás- se plantó demasiado tarde como una alternativa ante la pelea de orcos: kirchnerismo vs. libertarios.
A diferencia de Angeloz que salió por la incómoda puerta de los tribunales, Schiaretti se retiró (seguramente por poco tiempo) pisando la alfombra roja que le permite ostentar el título de “mejor gobernador de la historia reciente”.
Aunque tiene buena experiencia de gestión municipal en San Francisco y Córdoba ciudad, Llaryora se estrena en la política “grande” en un año de cambio de ciclo: Milei viene a reconfigurar el formato de administración del Estado y -encima- entiende que el gobernador lo traicionó en la votación de la Ley Bases en Diputados.
Caminotti - Acosta
Si Jorge Caminotti pecó de optimista en la financiación de las cuentas provinciales (poco antes del Tequila había desestimado un crédito internacional que le hubiera permitido pasar 1995, quizás), Guillermo Acosta (el ministro equivalente de Llaryora) no tiene líneas de crédito abiertas para financiar las cuentas públicas.
En realidad, posiblemente hace pocas semanas ni pensara que le iba a hacer falta dinero adicional, solo los ingresos proyectados de recaudación propia, coparticipación federal y “ayudines” de los ATN.
El enojo de Milei con Llaryora y los diputados cordobeses tuvo una primera tangibilización en la eliminación de los subsidios al transporte público en el interior, pero esa bala pegará más de lleno en Passerini y otros jefes comunales que en el mismo gobierno provincial. Es un golpe, sí, pero atenuado.
El golpe fuerte de Milei va a venir con la salida de Osvaldo Giordano de la Anses: la Caja de Jubilaciones de la Provincia necesitará este año cubrir un rojo de $ 250.000 millones, un tremendo agujero que la presencia del exministro de Schiaretti hubiera podido manejar.
Los US$ 250 millones que en 1994 Caminotti no tomó del Credit Suisse son -paradojas de los números- un monto similar al que Guillermo Acosta necesitaría este año solo para no hacer sufrir tanto a las jubilaciones cordobesas. (Nota: un jubilado de nuestra Caja cobra mucho más que un jubilado nacional en promedio. La media de jubilación en Córdoba supera los $ 400.000 mensuales, a datos de octubre pasado).
Cavallo - Milei
Si Angeloz no tuvo dudas que un “tecnócrata mesiánico” (Cavallo) lo empujó al abismo, Llaryora no debe tener muchas dudas tampoco de que Milei lo quiere ver hocicar.
La convicción en sus ideas de ambos economistas de ojos claros (uno pelado, el otro peludo) son más que comparables. Son casi simétricas y es pública la admiración recíproca que se profesan.
Más flexible y heterodoxo en la instrumentación de sus medidas, Cavallo era (es) un convencido de la desregulación del Estado e impulsó privatizaciones y un régimen de capitalización de las jubilaciones (AFJP), pero nunca pudo (o no quiso o no supo) convencer a Menem de lo imprescindible de no tener déficit fiscal.
Ubicado a la derecha de Cavallo (que ya es mucho) en sus políticas liberales, Milei -en cambio- tiene claro que el déficit cero es la condición sine qua non de cualquier otra generación de reformas.
Seguramente porque no tiene cómo financiar el déficit (en eso Cavallo estaba mucho más holgado con ingresos de privatizaciones, capitales y préstamos), Milei primero quiere poner en caja la economía para luego avanzar un paso más allá de los `90: matar al peso y instaurar el dólar como moneda de curso de legal.
En un cuento de Borges, personajes que mueren en un capítulo (Angeloz, Caminotti) aparecen con vida en los siguientes párrafos y los nietos son sus abuelos reencarnados que (como Llaryora y Acosta) huyen y atacan a sus perseguidores que son siempre otros y siempre los mismos (Cavallo y Milei). Es el eterno laberinto de las realidades que se multiplican y se encuentran en el majestuoso jardín de los senderos que se bifurcan.
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Héctor Medina :
Muy interesante interpretación. Me gusta, porque es uno de esos relatos que necesitamos para entender la realidad, casi un mito con sus símbolos que explican incluso aquello lo que no está expresado. Muy buena estrategia.