La fachada del hotel, inspirada en una antigua casona del ferrocarril, se impone con su galería en medio del campo. La puerta principal da acceso al restaurante, donde comienza el viaje. ¡Bienvenidos a Nono Luigi Campo Hotel, un rincón insólito en Córdoba, el único con habitaciones VIP en un avión!
El establecimiento está ubicado a dos kilómetros de la autopista Córdoba – Rosario, a la altura de la ciudad de Oncativo. Fue inaugurado en 2019 y construido en un tiempo récord de 18 meses. Su dueño es el empresario local Oscar Scorza, titular de la firma Econovo, que fabrica maquinarias y herramientas especializadas en servicios de higiene urbana.
Scorza, que no conoce el freno, relata que él mismo hizo el croquis del proyecto. “Lo dibujé un viernes y el lunes siguiente ya estaba llevando tierra para empezar a construir”, cuenta. La idea inicial era edificar una casa para invitar a sus amigos, pero eso se convirtió en un hotel. Scorza se ríe al recordarlo: “Yo soy así”.
Al ingresar al restaurante las primeras sorpresas saltan a la vista. Tres esculturas enormes: un águila, un caballo y un gorila, todas realizadas en chapa, observan a los visitantes. Casi todo en el lugar refleja un amor por la familia: desde fotos y un escudo colgado en las paredes hasta una larga mesa de mármol, capaz de reunir a 23 comensales. Y más allá, en un rincón, sillas que alguna vez sirvieron a monjes ahora descansan junto a los baños. Aquí cada objeto cuenta su propia historia.
Sin embargo, el verdadero secreto del restaurante está bajo los pies: un sótano que guarda una bodega. La carta de vinos ofrece una exclusiva selección de los mejores de Argentina, lo que convierte al lugar en el sitio ideal para una cena especial.
Entre los distintos menús caseros sobresalen el sorrentino Nona Palmira, una receta donde se conjugan el jamón, el queso, la espinaca, el huevo, la ricota y la nuez. También el clásico bife de chorizo, bañado en una exquisita salsa de pimienta. Algunos de los productos son cultivados en el propio lugar. Desde las 7 las puertas del restaurante se abren para recibir tanto a los huéspedes del hotel como a los que pasan de camino a otro lugar.
Siempre innovando, el equipo planea incorporar un robot para atender las mesas.
Detrás del restaurante un patio se abre al cielo. Un camino recto lleva al spa, el lugar ideal para disipar las tensiones del cuerpo. Ofrece sauna seco, masajes, baños independientes, piscina climatizada con vista al exterior, jacuzzi y solárium al aire libre.
Carolina y Lorena, ambas de Villa Allende, conversan dentro del jacuzzi, y brindan con una copa de vino. “Vinimos a olvidarnos del mundo”, dicen.
Más allá del spa, tras un pequeño bosque de eucaliptos, se extiende la granja. Aquí muchos de los animales se mueven libremente. Pavos reales, gallinas, patos, vacas, caballos, ovejas, avestruces y hasta una llama llenan el aire de vida. La experiencia puede incluir paseos a caballo o en sulky.
A unos 100 metros de la granja hay un avión de línea, abandonado, pero no olvidado. Scorza lo compró y lo transformó en un boliche bailable, algo inédito en el país. El fuselaje del avión se impone e ilumina con luces de colores. Y no está solo: hay dos aviones más, que pronto serán parte del hotel.
Además, hay un salón de fiestas, escenarios donde los sueños se hacen realidad: allí se celebran cumpleaños, casamientos, reuniones y eventos empresariales. También se realiza la ya clásica fiesta 80/90.
Volar, sin despegar
El hotel cuenta con 12 habitaciones, con capacidad para 30 personas. Todas disponen de baño privado, Smart TV, aire acondicionado frío/calor, frigobar, caja fuerte y wifi. Además, se incluye desayuno buffet.
Pero Scorza no para. Ocho nuevas habitaciones están en camino, instaladas en dos aviones que el empresario adquirió casi por azar en un remate en Buenos Aires. Será el único hotel en el país con estas características y uno de los pocos en el mundo. Con viento a favor, y sin turbulencias, para fin de año todo podría estar listo.
“Son cuatro habitaciones VIP por avión”, explica Scorza. Cada una llevará el nombre de los países con los que su empresa comercia: India, Italia, China, Perú, Uruguay, Estados Unidos…
“Todas las habitaciones tendrán espejos e inodoros inteligentes. También habrá una manga exactamente igual a la de los aeropuertos, con sala de espera incluida”, detalla el empresario oncativense, y nos invita a verlas.
“Trae la mulita, así subimos al avión”, le dice Scorza a uno de los trabajadores. Nos elevan en la tarima hasta el ala del avión. El viento embiste con fuerza. Entramos en una de las habitaciones, donde los técnicos aún trabajan en la instalación eléctrica. La sensación es única. Las ventanillas, que antes ofrecían el cielo como horizonte, ahora enmarcan un campo fijo, esperando que comience el viaje.
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