En Ególatra no son improvisados: la tradición pastelera viene de los abuelos y tíos de dos hermanas que están al frente de la empresa. La idea se fue gestando a partir de reuniones familiares en donde se compartían ideas para luego profesionalizar las creaciones a través de capacitaciones, viajes y lecturas que las pusieron en contacto con exigentes maestros chocolateros y pasteleros de todo el mundo.
“Nos hicimos más detallistas en crear productos de excelencia y calidad que se visualizaran como verdaderas `joyas´. Y sobre todo, en encontrar y reflejar el sello que nos distinga: amor y admiración por lo que hacemos”, señalan Adri y Vir Joyas, las propietarias, y agregan: “Y nació un nombre. Ególatra. Que lejos de ser engreído, es el fiel reflejo de nuestra pasión, nuestras raíces y nuestro respeto por el arte de hacer cosas ricas, para los demás”.
Si bien comercializan varios productos como panificados, bombones pintados a mano, chocolates, conitos y cajas de regalo, nos focalizamos en el producto premiado, a pesar de que la gama de artículos es tan atractiva como los alfajores.
Pedimos una caja de 8 unidades que atrae desde el packaging: 2 bañados en chocolate negro, 2 de nuez bañados en chocolate blanco, 2 cordobeses y 2 de maicena, todos con abundante dulce de leche. El precio es de $ 750 y con envío a Plaza España nos quedó en $ 830.
Nos sorprendió en varios sentidos. La calidad se nota en todo el proceso, desde la textura y diseño del producto, pasando por la presentación hasta el sabor de exportación de una pastelería de primer nivel. Pero a todo esto se le suman dos componentes indiscutibles y también muy diferenciadores: la frescura típica de un producto artesanal y el orgullo de estar consumiendo de la mano de dos hermanas virtuosas un bien regional reconvertido.
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