Adiós mi Buenos Aires querido (allá vamos Angra, allá vamos).
Embarcar los 2.250 huéspedes que puede alojar el Costa Victoria es una tarea que demora varias horas, aún con una tripulación de 800 personas y todo el apoyo en tierra de la compañía. A las 13 de ayer empezaron a subir los primeros pasajeros desde la terminal Quinquela Martín que todavía no está ni cerca de lo que se merece la segunda ciudad de Sudamérica; el operativo se extendió hasta las 17 para poder -finalmente- zarpar una hora más tarde rumbo a Angra dos Reis donde llegaremos el 25 a la mañana, tras dos días de navegación por el Atlántico. Construído en 1996, el Costa Victoria tiene 220 metros de largo (eslora) y 32 de ancho, 14 decks o cubiertas y 76.000 toneladas de peso. Mientras el aceitado sistema de embarque se encarga de traer las valijas hasta la puerta del camarote, los pasajeros aprovechamos la pileta (foto), los restaurantes y bares abiertos mientras le echábamos -de tanto en tanto- un vistazo a la tórrida Buenos Aires. Los apuros y los nervios iniciales van cediendo lugar a un andar más calmo como preámbulo de estos 7 días a bordo de este hotel flotante que nos permitirá -además- conocer (o repasar) tres destinos turísticos de Brasil (Angra, el glorioso Río e Ilhabela), para hacer un toque en la siempre amigable Punta del Este hasta de volver a nuestro destino inicial. Internet mediante, seguiremos en contacto aún desde alta mar, un lugar inquietante para este cordobés mediterráneo. (Más fotos del primer día de IB en el Costa Victoria en nota completa).
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