Judith y Evelin Griner arrancaron desde cero, pero con demasiadas ideas “locas” y aprovechando la tendencia creciente de las marcas de poner el foco en el usuario y generar experiencias más que productos, lograron despegar rápido. Hoy, 4 años después, Griners se presenta como una firma de “arquitectura lúdica” que diseña experiencias inmersivas para shoppings, festivales, recitales, desfiles y eventos corporativos en distintas ciudades del país. Además de también las convocan particulares que buscan una ambientación especial para fiestas de 15 o casamientos.
Entre sus proyectos más recientes destacan: Pizzería Popular cañitas, Barilatte del paseo rivera, experiencias Bancor en distintos recitales (la semana pasada Airbag y próximamente Shakira), desfiles de moda para Paseo del Jockey y Córdoba Fashion Week, y también la semana pasada la Emprende fest en Buenos Aires.
Tienen un depósito repleto de inflables y ornamentos que les permiten materializar cualquier concepto: pelotas de hasta 3 m de alto, bosques fantásticos, margaritas gigantes, ojos psicodélicos, osos de 6 m de alto, personajes infantiles y piezas volumétricas de distintas morfologías. Sus montajes combinan arte, sonido, iluminación y escenografía.
Además del alquiler de inflables y ornamentos, Griners desarrolla piezas personalizadas para marcas que buscan comprarlas y reutilizarlas en varias ocasiones. Las hermanas afirman que pueden desarrollar cualquier idea y convertirla en un inflable único, desde un animal, objeto, logotipo, y hasta una palabra o frase letra por letra.
Los inflables se exportan desde China donde tienen una oficina propia, lo que les permite controlar diseño, seguridad y terminaciones antes del embarque. Un inflable simple puede estar listo en unos 10 días; los proyectos personalizados, entre 20 y 25 días, más el tiempo de envío. Cada pieza se testea minuciosamente, se revisan motores, costuras, materiales y funcionamiento antes de autorizar el traslado a Argentina.
Más allá del impacto visual, las hermanas diseñan desde la mirada del usuario. Ambas son madres y utilizan esa experiencia para pensar cada espacio a la altura de un niño de 5 años: qué ve, qué toca, qué lo atrae y qué lo aburre. Así grandes y chicos pueden disfrutar por igual.
En un rubro donde la competencia suele ser cerrada, ellas se definen como colaborativas y “poco celosas” de sus ideas. Trabajan codo a codo con proveedores de iluminación, sonido, carpintería, herrería y artistas locales. Se consideran “desarrollistas de ideas”: reciben un brief de una marca o una agencia de marketing, y lo bajan a maquetas y renders, proponen materiales y piezas, diseñan escenografías, incorporan arte en vivo y, gracias a su experiencia, recomiendan dónde conviene invertir el presupuesto y dónde no. Incluso suelen presentar alternativas B que respetan la esencia del proyecto pero incorporan su impronta estética.
La inclusión también cruza su trabajo. Tras conversar con familias de niños con autismo y otras condiciones sensoriales, siempre ofrecen en sus diseños espacios de regulación con menos estímulos, opciones de luz y sonido más suaves y accesos pensados para sillas de ruedas o dificultades motrices. Su objetivo: que una Navidad en un shopping, un festival o un evento masivo no deje afuera a quienes hoy no pueden tolerar ruido, luces o espacios sin infraestructura adecuada.
¿Cuánto cuesta jugar a lo grande?
Las hermanas no hablan de “inflables o decoraciones” sino de experiencias, branding y diseño emocional. Pero, aun así, hay números: un set de 12 shiny balls para un evento en Córdoba ronda los $ 1.500.000 de alquiler. Un montaje con 4 arcos inflables luminosos parte de US$ 500. Y un inflable personalizado de 3 m de alto x 6 m de ancho, e iluminación interna, puede costar alrededor de US$ 3.500 si la marca decide comprarlo y reutilizarlo.
Con apenas 4 años en el mercado, Griners demuestra que la creatividad puede convertirse en un modelo de negocio escalable si se combina con método, alta calidad y una mirada humana del trabajo. Su crecimiento no vino solo de sumar inflables más grandes, sino de entender que las experiencias —cuando están bien diseñadas— construyen identidad para las marcas y momentos inolvidables para el público. Y aunque aseguran que todavía no están donde quieren llegar, su agenda llena, la confianza de grandes empresas y la recomendación constante de clientes parecen anticipar que lo mejor de Griners todavía está por inflarse.
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