El Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano explicó en su último informe que la carta bajo la manga del Gobierno, para cumplir con las metas fiscales acordadas con el FMI, consiste en seguir licuando el gasto gracias a la inflación.
“Dado que los gastos dependen de la inflación pasada, mientras que los ingresos son función de la inflación presente, una mayor inflación es siempre un instrumento para reducir el déficit fiscal en términos reales”, sostiene Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano.
Al respecto, al analizar el acuerdo cerrado por el Gobierno con el Fondo, el economista indicó que “el principal compromiso que asume el Gobierno consiste en una paulatina reducción del déficit fiscal que, estimado en 3% del PBI en 2021, debería reducirse al 2,5% en 2022, al 1,9% en 2023 y al 0,9% en 2024”.
Si bien sostuvo que el principal instrumento previsto para operar dicha reducción es un drástico recorte en los subsidios energéticos, advirtió que la invasión rusa a Ucrania introdujo una complicación adicional.
“Es difícil de prever cuál será la evolución del precio de los combustibles en el mercado internacional y si, en consecuencia, los aumentos tarifarios previstos serán suficientes para reducir la magnitud de los subsidios energéticos. Caso contrario, en alguna de las revisiones trimestrales que el FMI ha de realizar para verificar el cumplimiento del programa, el tema podría ser revisado”, señaló.
Para el economista, si bien admitió que “la inflación es el gran problema que tienen los argentinos y las argentinas en este momento” en su discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, el presidente Alberto Fernández adhiere a “la explicación monocausal preferida por algunos sectores del oficialismo: la inflación sólo la generan los formadores de precios monopólicos. Incurre aquí en un error conceptual, confundiendo precios altos con alza de precios”.
“La concentración de la oferta puede explicar precios elevados, pero no precios en alza continua. No se entiende por qué el monopolista no utilizaría su poder de mercado para fijar de una vez el mayor precio posible y no en cuotas, como parece sostener la teoría comentada”, subrayó Beker.
“Tampoco se entiende, si la causa fuera la concentración económica, por qué en 2004 la inflación fue de apenas un 4,4%. ¿Aumentó la concentración en los años posteriores? ¿O por qué países como Brasil, Uruguay o Chile, con niveles de concentración iguales o mayores que el de Argentina, tienen tasas de inflación notoriamente inferiores?”, continuó.
“Identificar la enfermedad es un primer paso. El segundo es tener un buen diagnóstico. Y el tercero, elegir la medicación correcta para combatirla. La inflación no tiene una sola causa y peor aún es atribuirla a una falsa causa”, amonestó.
“Se trata de un fenómeno multicausal y, por ello, el éxito de cualquier estrategia antiinflacionaria que se encare requiere de un enfoque integral capaz de atacar al conjunto de los factores inflacionarios. La clave reside en atacar este flagelo con un conjunto coordinado de medidas monetarias, fiscales y cambiarias, y contar con la voluntad política de llevarlo a cabo”, completó el director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano.
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