Eduardo Olivera Scotti es un enólogo mendocino de cepa pero qué hace 23 años pisó Córdoba y se instaló para vivir. Luego de años trabajando en reconocidas bodegas mendocinas, en 2012 se hizo cargo de la empresa vitivinícola familiar que lleva su apellido y cada año elabora partidas limitadas de vinos de la más alta calidad enológica. Scotti Wines es una línea que actualmente produce entre 80.000 y 100.000 botellas y exporta a países como Brasil, Estados Unidos y China. Esa es una de sus producciones.
Eduardo no solo se dedicó a producir en Scotti Wines, en un determinado momento de su vida decidió crear en Córdoba un concepto de bodega urbana, básicamente para acercar el vino a la gente, para que puedan explorar, disfrutar y ver el proceso completo de producción.
Slow Wines se define como un espacio social en el cual se puede ver la producción del vino desde el ingreso de la uva hasta su guardado en barricas y a la vez, disfrutar de gastronomía (tablas de quesos, fiambres, tapeo, empanadas, entre otros), catas, degustaciones y algo de música. Un lugar dedicado para los amantes de esta bebida.
“Mi inquietud, además de ser enólogo y sommelier, me llevó a pensar en hacer vinos naturales, es algo que descubrí afuera y quise replicar acá. Se denomina enología ancestral y significa respetar los tiempos estimados de la producción, darle la lentitud que necesite el fruto para madurar, no tener tecnologías en su elaboración ni agregados artificiales. Slow Wines es una línea que se desarrolló pensado para un determinado nicho, para acompañar al consumidor desde cerca y recibir su devolución”, comenta Eduardo.
Como objetivo Eduardo espera vender 10.000 botellas por año (de manera directa y que el costo tenga relación con la calidad). Slow Wines ya distribuyó en Buenos Aires cinco mil botellas a restaurantes y hoteles de alta gama y exigentes como Anchoita, Four Seasons, Parrilla Don Julio, entre otros lugares de renombre. “Lo más difícil para construir la marca es tener visibilidad y llegar a este tipo de lugares y eso ya lo logramos. Por eso nos planteamos vender las botellas restantes a personas que quieran vivir una experiencia y de ahí nació crear este espacio, para que puedan conocer cómo se hace y a la vez adquirir la botella que le haya gustado”, explica.
El proyecto Slow empezó con tres vinos de la línea Scotti de Mendoza y uno de Córdoba y ahora se le agregan dos de Córdoba y ya su crecimiento será desde estas tierras. (La uva es suministrada por 3 productores: Cruz del Eje, Quilino y Colonia Caroya). Ahora agregaran un Syrah, una Frambua, Chinche o Isabella (una variedad que se encuentra en Colonia Caroya muy “bastardeada” según expresa el dueño): “Quiero demostrar que puedo hacer un vino de calidad con esa variedad, la respuesta y repercusión me la dará el mercado”.
El enólogo explica la tendencia que hay con las grandes y poderosas marcas de bodegas, que siempre están un paso adelante. “Hacer un trabajo con otra clase de productores es el desafío para las marcas chicas. Es clave tener una identidad propia y caminar por otra vereda, en mi caso me inclino a hacer algo no convencional, no tradicional, a animarme a jugar con el producto, romper esquemas y estructuras”, dice.
Slow Wines es un proyecto dinámico, divertido y libre, que busca ofrecer algo nuevo a la gente constantemente para que tengan ganas de volver. Además en el espacio se pueden realizar eventos corporativos, los invitados pueden crear sus propios vinos y demás festejos.
¿Un objetivo a mediano plazo? Encontrar franquiciados para expandir el concepto a distintos puntos de Córdoba.
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