La particularidad de este spa, ubicado en la planta baja del hotel, es que alberga una persona o una pareja, lo cual acentúa la exclusividad.
Estructuralmente, se desarrolla en tres columnas horizontales y una vertical.
El acceso se produce por medio de una escalera, como si se sumergiera hacia un refugio en extremo íntimo. Desde el ingreso se vislumbra un reparo, con un sillón de cuero enfrentado a la tina donde comienza el circuito de aguas. El recorrido completo está constituido por el área de inmersión, de vapor, de presión y el sauna seco.
A continuación el área de relajación, con una fuente a lo largo justo en frente de la línea de los asientos para que el cuerpo descanse, aunque también es para la meditación.
El techo abovedado se mantuvo original, se curaron humedades propias de la desatención de este espacio que negó su existencia por años y al igual que el piso se refuncionalizó. También se modificó el circuito de las cañerías que atravesaban el lugar.
En la última columna se encuentra un sauna seco, y el hammam que es una cabina de tratamientos especiales con vapor y agua. Y en el final, la sala de masajes respetando lineamientos del Feng Shui. La tira en vertical contiene las bachas y el baño.
La obra estuvo a cargo de las arquitectas Julieta Sperat Petrazzini y Verónica Sosa Capo y el Interiorismo de Sofía Campos.
Fotografía: Lucía Foglizzo.
Sólo para vos
(Por Andrea Soria) Última perlita del Azur: el spa. Está diseñado para ofrecer programas integrales de bienestar corporal y espiritual, lo que hoy se conoce como “wellness”.
El pequeño oasis se encuentra en la planta baja del edificio -que data del año 1915-, restaurado y puesto en valor tras ser declarado patrimonio histórico. (Más detalles y galería de fotos en nota completa).
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