El horizonte de la economía global todavía se ve borroso por la incertidumbre en torno a los plazos en los que la vacunación generalizada permitirá dejar el coronavirus como un mal recuerdo. Pero en Argentina los problemas domésticos alimentan la incógnita que arrastra la pandemia y no dejan ver más que una densa y gris oscura neblina a corto plazo.
Así lo reflejan las previsiones de crecimiento del Fondo Monetario Internacional (FMI) de enero, que ajustaron a la baja las perspectivas sobre Argentina de 4,9% a 4,5%, tras una recesión estimada de 10,4% en 2020. Esto significaría que, de cumplirse, entre el año pasado y este la crisis habría hecho bajar 6,5% del PBI.
Se trata de una recuperación muy acotada, dado que el crecimiento global para el FMI en 2021 será de 5,5% y borrará la pérdida de 3,5% del año pasado. Mientras, las economías avanzadas, que por su grado de desarrollo suelen crecer a una tasa mucho menor que las emergentes, treparán 4,3%, apenas décimas menos que la Argentina, que cayó más del doble que los países ricos en 2020.
Para 2022, el rebote para la Argentina sería más tímido todavía, de 2,7%, por lo que hasta el tercer año de mandato de Alberto Fernández se habría recuperado menos de dos tercios de lo que se perdió en 2020.
Nuevamente, la comparación con los estados más ricos es desalentadora: estos crecerán 3,1% y quedarán ya 2,2% por encima de los niveles prepandemia.
Incluso España y Gran Bretaña, cuyos productos también cayeron dos dígitos y fueron de los países más afectados por la crisis, tendrán para el FMI una performance mejor que la de Argentina, dado que tras el bienio 21-22 quedarán 1,4% y 1,2% por debajo de sus niveles de diciembre de 2019.
Para ilustrar la gravedad de la situación, el cumplimiento de los pronósticos del FMI requeriría un crecimiento de 4% en 2023 para alcanzar los niveles de fines de 2019, lo que luce como una utopía, en vistas de la fragilidad de los principales indicadores macroeconómicos que impiden actualmente la recuperación.
Además, Argentina venía de dos años de caídas superiores a 2% como lo fueron 2018 y 2019 y ya encadena una década sin crecimiento neto entre puntas, por lo que los requerimientos para recuperar los niveles en la etapa previa son mucho mayores y llevarán más tiempo.
Las proyecciones del organismo que dirige Kristalina Georgieva no sólo son más sombrías para la Argentina que las anteriores, sino que engrosó la brecha con las previsiones del Gobierno en el Presupuesto 2021.
Aunque 2020 seguramente termine más cerca del 10,4% que estima el FMI que del pronóstico oficial de 12,1%, el sendero de recuperación que diseñó el equipo económico supone un rebote de 5,5% en 2020, una suba de 4,5% en 2022 y otra de 3,5% para 2023, que de cumplirse al final del mandato de Fernández la economía estaría en el mismo nivel de actividad que a su inicio.
En comparación con la región, el ritmo de la recuperación argentina está cerca del promedio, dado que el FMI prevé que América latina y el Caribe rebote 4,1% en 2021 y 2,9% en 2022, aunque la caída en 2020 había sido menor, de 7,4%.
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